domingo, 17 de mayo de 2009

EL PTO. SIEMPRE EL PTO.,

XIV FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE ECOLÓGICO Y DE LA NATURALEZA DE CANARIAS
ARTÍCULO DE: Salvador García Llanos

Memoria de un festival

La muestra cinematográfica sobre temática medioambiental, que recupera hoy la ciudad turística, se convirtió en uno de los acontecimientos culturales más importantes de Canarias. Se juntaron dos emprendedores, Francisco Afonso y Alfonso Eduardo Pérez-Orozco, alcalde y profesional de la comunicación. El primero llevaba espléndidamente su primer mandato, su ascenso político era imparable. Creo recordar que todo empezó a raíz de un programa de Radio Nacional, La noche abierta, en el que Alfonso participaba. El joven político se había empeñado en que el Puerto tenía que despegar, que era necesario contar con un acontecimiento anual de relieve que proyectara el producto turístico que empezaba a estar amenazado por otros destinos emergentes. Estaban las experiencias de un festival musical (el del Atlántico, que alcanzó seis ediciones); de varios concursos de belleza (entre ellos, Miss Europa); de un gran premio automovilístico y de otras convocatorias de distinta índole pero había que parir algo nuevo, con gancho y vocación de perdurabilidad.

Ahí surgió el Festival Internacional de Cine Ecológico y de la Naturaleza en medio del nuevo ciclo social y político que se iniciaba en nuestro país, donde tanto había que innovar para no perder más trenes, donde el campo de la creatividad cultural se abría generosamente. La primera edición tuvo lugar en 1982. Su presupuesto ascendió a 14 millones de pesetas de la época, la mitad aportada por el Ayuntamiento y el resto, por otras entidades. La financiación se convirtió en una especie de potro de tortura para los mentores. Si a él se subían, como ocurrió, voces críticas, estaba claro que la andadura del certamen no estaría caracterizada por las rosas de la comodidad.

Fueron necesarios varios años para que el público hiciera suyo el Festival. Algunos medios, sin experiencia en festivales, más dados por tanto a la crítica facilona, terminaron aceptando la trascendencia de lo que terminó siendo un auténtico acontecimiento sociocultural, como pone de relieve el periodista Agustín González en unas reflexiones muy bien escritas, al cabo de 12 ediciones. Nunca se escribió tanto sobre el Puerto como en su festival de cine. En ese proceso fue necesario orientar el modelo de organización. Recordamos el Patronato, una figura muy al uso en el derecho administrativo de entonces. Y un comité asesor, compuesto por expertos y representantes de entidades. Hasta César Manrique anduvo en sus vericuetos. Más nombres propios: el de Ceferino Piñas, oficial mayor del Ayuntamiento; el de Juan Pedro de Nicolás Sevillano, un profesor universitario a quien Pedro Bellido, edil que presidió varios años la organización, le encargó la preparación del programa científico y de actividades paralelas; el de María Dolores Pelayo, diputada entonces que se peleaba con los responsables de los Presupuestos Generales del Estado en los que cada año colaba una enmienda; el de Peri González, propietario de las salas ’Timanfaya’ y ’Chimisay’, donde se efectuaban las proyecciones; el de Antonio Santana, brazo derecho de Alfonso Eduardo para las gestiones apremiantes; el de Mariano López Palacios, eficaz colaborador de prensa.

El Festival tenía que nutrirse de estrenos, de películas no vistas o aún pendientes de entrar en circuito comercial. Tras varias ediciones, se dividió en secciones y la cosa empezó a tener aceptación. Había que tener presente, además, toda la producción cinematográfica, de modo que estuviera ligada al motivo de la convocatoria. Y otro esfuerzo que hubo que hacer fue el diseño de un programa de actividades paralelas, que sirviera para conocer mejor el alcance de la defensa del medio ambiente. Era el complemento de las proyecciones. Se trataba de divulgar el mensaje, de producir reclamos para la población escolar, para los jóvenes y para algunos agentes sociales que mostraban interés por estas materias, a veces tanta que resultaban voces críticas que entendían que el gasto del Festival era poco menos que un despilfarro. La alemana Petra Kelly, una de las principales activistas y dirigentes de Die Grünen (Los Verdes), partido que fundó y con el que entró en el Bundestag, tuvo un destacado protagonismo. Sobre Kelly y Los Verdes, por cierto, circula una de las leyendas del certamen. No está probado pero se comentó que Alfonso Guerra reprochó amigablemente a Paco Afonso que con dineros públicos se trajera a España a la líder de un partido extranjero que, además, poco menos boicoteaba el Festival.

Anecdotario

El Festival portuense registró anécdotas.

Una noche, siendo Afonso todavía alcalde, Tippi Hedren, la actriz norteamericana descubierta por Alfred Hitchcock para su célebre film Los pájaros, se subió al escenario del cine ’Chimisay’ de forma espontánea para arreglar un micrófono desde el que debía hablar y no funcionaba. Se llevó una atronadora ovación. -Entre Enrique Serrano y Carlos Cabezola, fotógrafos de prensa, se las arreglaron para inventar el "cóctel ecológico" con el que mataban las horas de espera hasta la llegada de los artistas y directores o a la terminación de las sesiones. Prendió la idea con facilidad, de modo que en las cafeterías y restaurantes cercanos a los cines se pudo escuchar: "¡Marchando otro cóctel ecológico!".

-El sevillano Teo Escamilla, uno de los mejores directores españoles de fotografía, llegó un mediodía al hotel encantado de tomar unos recursos en las Cañadas. "Como esa luz, ninguna otra", le comentó a Alfonso Eduardo en voz baja, como queriendo que nadie descubriera esa condición.

-Sentados junto a Antonio Mercero en el palco del ’Chimisay’ la noche en que se estrenó Espérame en el cielo, una divertida comedia sobre el doble de Franco. Pudimos palpar los nervios de aquel director que, además, era licenciado en Derecho y que había saltado a la fama por el éxito de series como Crónicas de un pueblo, Verano azul y Farmacia de guardia. En los primeros instantes de la proyección, las imágenes se ven borrosas. Antonio se quitó las gafas y cuando comprobó que no era problema de éstas, se las puso inmediatamente y dijo de modo que se le escuchara: "Alfonso, has contratado un enemigo como operador o qué".
Estrellas

Alfonso Eduardo Pérez-Orozco llevó personalmente el peso de las gestiones para traer a destacadas figuras del cine. A los nombres ya citados, hay que unir los de Tony Curtis, Daniel J. Travanti (Canción triste de Hill Street) Helen Bonham-Carter, Antonio Ferrandis, Alfredo Landa, Héctor Alterio, Basilio Martín Patino, Marcelle Parmentier (viuda de Rodríguez de la Fuente), Luis G. Berlanga, José Luis Garci y Pilar Miró, entre otros. También trabajó para que destacados ejecutivos de productoras, tanto nacionales como extranjeros, conocieran el Festival por dentro y se llevaran la mejor impresión para así garantizar la continuidad. Algo parecido ocurrió con la crítica. Reporteros y críticos especializados convivieron durante la semana festivalera. Muchos programas de radio se hicieron en directo desde la sede de los hoteles Botánico y San Felipe, cuarteles generales del certamen.

El balance de la décima edición dejaba datos reveladores: unos 500 largometrajes proyectados, más de 100 estrenos mundiales, 200 a escala nacional, más de 500 directores, actores, guionistas y artistas asistentes, 60.000 espectadores Títulos de películas célebres: Dersu Uzala, Adiós Matiora, El río de la vida, Windwalker, Pathfinder, El bosque animado, Tasio, Alas de mariposa, entre otras, hallaron en este certamen una excelente plataforma.

El alcalde Félix Real dio continuidad al Festival, apostando incluso por su dimensión regional. El Festival cerró el primer ciclo de su existencia en 1994. Las dos últimas ediciones, ya con recursos económicos muy limitados pues el Gobierno de Canarias viró las espaldas a la convocatoria, fueron dirigidas por el cubano Juan Carlos Sánchez y el profesor universitario Domingo Sola. Francisco Jiménez Fajardo fue su responsable político.

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