domingo, 6 de septiembre de 2009

UN NORTEÑO,

LOS KENNEDY Y YO

ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes

Eran nueve hermanos. El último de los cuatro varones, Edward, ha fallecido recientemente. Hagamos un poco de historia: Me impactó sobremanera la muerte del presidente John Fitzgerald, abreviado JFK. La mala nueva nos llegó una fría noche, la del 22 de noviembre del 63. Estaba yo sentado en un sillón junto a un receptor de radio –marca Philips, "mejores no hay", modelo 1950– en una amplia galería de un caserón en La Orotava, donde el frío pela cuando se acerca el invierno. De repente, oí en solitario la impactante (impactos de balas) noticia, por el parte de Radio Nacional de España, nueve de la noche, que se anunciaba con cornetín militar. Primero se divulgó que el asesino había sido un loco, pero enseguida se sospechó que la cosa había sido organizada.
Muchos años más tarde, en la película JFK (Oliver Stone, 1991), vimos con claridad que los balazos habían llegado desde varios parapetos...El segundo Kennedy asesinado fue Robert, que cayó el 5 de junio de 1968 y falleció al día siguiente en el hospital. La Orotava aquel mes se preparaba para sus fiestas patronales. Yo le dediqué una "carta al director" (El Día, domingo 16 de junio de 1968) y jugué a hacer elucubraciones sociológicas por los locales públicos y las clases sociales que más los frecuentaban.
Así, en el bar Parada (adosado a la iglesia de San Agustín) un artesano de la madera comentaba que "por mí, ¡ya se podían cargar a todos esos gángsteres que son los norteamericanos!". En el kiosco de la plaza de la Alameda, un empleado de la banca, físicamente cercana, hacía cábalas sobre cuánto habría costado, ¡en dólares nada menos!, el montaje del asesinato. Por su parte, un intelectual en el Liceo (hoy casa de la tercera edad) opinaba que "las estructuras aparentemente democráticas USA, están protegidas´por los grandes capitalistas de una oligarquía piramidal" (¡Toma ya!). Y en el Casino de los Caballeros (que hoy está missing y su edificio lo ocupa la flamante biblioteca municipal) un adinerado latifundista platanero solamente se interesó por la cantidad de fanegadas de cultivo de la familia de Robert, "que en español (sic) ¡se dice Roberto!". Y remataba su circunloquio con algo muy ingenioso: "gracias a la mano dura de la Guardia Civil, en España no pasan esas barbaridades...".Por el contrario, en cas el Canario, una bodega sita en Los Rechazos, barrio marginal hacia la costa; o en la marginada Villa Arriba, cas Onelia (casa de comida de exquisitos conejos, cerrada años más tarde), en una tertulia improvisada junto al mostrador y la perra de vino, unos productores, obreros, jornaleros del plátano eran los únicos que sentían pena y no comprendían que por esos endemoniados mundos de pafuera hubiera gente que se prestase a matar a sangre fría.Y ahora, cuando ya nos habíamos olvidado de la acción criminal contra John y Robert, va y se muere, de muerte natural, el último de la saga, Edward, que en castellano se dice Eduardo... Descansen todos en paz.

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