miércoles, 17 de febrero de 2010

ANGELOS,

EL PACTO

ARTÍCULO DE: Ciudadanos por la Constitución

Un pacto no tiene porqué ser una solución. Incluso puede suponer un problema añadido si es un dique que impida acometer soluciones más audaces. Eso sin contar con que el pacto sea traicionado, que tampoco es descartable.

Un pacto implica cierta complicidad, un mínimo común que une a dos o más partes antagónicas en un compromiso que les obliga a socorrerlo o a salvarlo. Esa es la versión positiva. Pero también existe la negativa si esas partes se juramentan contra algo o alguien. Las conspiraciones, tan de moda por los que más saben de ellas, también son “pactos”.

Ahora se habla de un eventual pacto de estado para salvar los muebles del régimen que nació en la mañana del 11 de marzo de 2004. Muchos no se han querido dar por enterados, pero esa cenicienta mañana se alumbró algo a espaldas del ciudadano y dirigido contra él. Seguramente también fruto de un pacto, aunque no conozcamos las partes, casi seis años después de los sangrientos atentados. Tiene que estar la cosa muy mal cuando los políticos, siempre tan autocomplacientes, por lo general (sálvese el que pueda), anden coqueteando con la idea hasta el punto de precisar la intercesión real para ello. Malo, muy malo, si su majestad se ve en la necesidad de intervenir… por cierto que se le echa de menos, señor… si es para ayudar a España.

Parece que las restauraciones borbónicas presentan el mismo vicio. Un pacto, más o menos tácito, para la alternancia, lo que vendría a explicar la indolencia del pp, dedicado perezosamente a esperar su “turno”. Durante los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII se hacía más o menos así, para no aburrir al lector: el partido gobernante se “agotaba”, dejaba su sitio a la oposición que, instalada ya en el Poder, convocaba (“hacía”) unas elecciones que le daban la victoria para que todo siguiese más o menos igual dado que no había una gran diferencia entre unos y otros, como viene sucediendo desde hace un par de años, aproximadamente. Entonces todo estaba pactado y ahora…

Se escenifica que no. Recuerdo que los ponderados “Pactos de la Moncloa” blindaron la Transición y la difunta Constitución de la España de la Concordia, viabilizando su estructura política y poniéndola “a salvo”. Pero nada más. La inflación de los últimos setenta y primeros ochenta del siglo pasado fue temible y la tasa de desempleo se resistió a descender en serio hasta que llegó Aznar, ya mediados los noventa. Un pacto, abandonen toda esperanza, no es la garantía de que todo se arreglará: más bien es la seguridad de que todo seguirá igual. Y no nos gusta la situación actual, así que ¿por qué mantenerla?

Claro que volvemos al juego de la apariencia y la realidad. Puede parecer que no se suscribe pacto alguno y luego, secretamente, sí. Y al contrario, como decía al principio, el ejemplo de la actitud socialista con el Pacto de las Libertades contra el terrorismo es bien elocuente. Se rubrica, pero al mismo tiempo, se habla con los de la serpiente para preparar la infamia de la negociación. La conclusión más cabal es que no son de fiar.
Porque pueden buscar la reedición de un pacto del tinell incluyendo al partido que fue marginado, ya convenientemente “reblandecido” y permeable al nuevo régimen, para excluir cualquier iniciativa, ya sea de izquierda o Derechas, pero ciudadana y patriótica que persiga la regeneración de la Nación. Al fin y al cabo, los promotores de los atentados del 11 de marzo de 2004 pretendían hurtarle la Nación al ciudadano, y en gran medida lo han conseguido. Si no lo ha sido en su totalidad es porque nos hemos movilizado unos cuantos. Sí, anárquicamente. Sí, confusamente, pero algo se ha logrado. Imaginen lo que se podría alcanzar si los ciudadanos tomásemos la calle para exigir un cambio de verdad que restituya nuestra Patria. Para gobernarla no hace falta más que sentido común y patriotismo. Algo que les sobra a muchos buenos españoles.

Hablan de un pacto “por patriotismo”, ahora se acuerdan de España. Como truena, se acuerdan de Santa Bárbara tras haberla vilipendiado furibundamente. Apelan a ella, no sinceramente sino por miedo, como un asustado y desencajado aprendiz de brujo al que se le haya ido la mano con la magia. Negra. No faltarán ingenuos que se hayan olvidado de lo “perpetrado” en los últimos seis años por los que malgobiernan, y en los últimos dos por los que “colaboran”. Yo, que aún tengo buena memoria, “histórica” si quieren denominarla así, lo tengo muy presente. No puede haber “patriotismo” en quienes nos han llevado deliberadamente a esto y en quienes lo han permitido sin poner una miserable moción de censura para denunciarlo, cuando tenían la obligación moral de haber ido puerta por puerta advirtiéndolo, en lugar de señalar la salida a muchos de sus mejores integrantes.

Si tuvieran el menor indicio de “patriotismo” se marcharían a sus respectivas casas. Esa sería una buena base para fundamentar un pacto. Por la Patria.

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