jueves, 21 de mayo de 2009

ANGELOS,

“INTERFERENCIAS”

ARTÍCULO DE: Ciudadanos por la Constitución


Algunos no se quieren enterar de que estamos metidos en una guerra. Para ser más precisos, es una guerra con múltiples frentes, aunque hoy sólo voy a hablar de uno de ellos. Los borreguitos, ya sean jaujeños o de fuera, que este híbrido humano-lanar es “internacional”, prefieren creer que no, que no es para tanto, hombre, que no hay muertos por las calles y patatín y patatán. Y se equivocan porque no miran con detenimiento lo que les rodea. El hecho de que haya cadáveres de vacaciones, instalados en la ilusión de que vienen y van, como las olas, no es apariencia de vida sino una circunstancia más o menos provisional. Están muertos, más que muchos ocupantes de nichos. Ya dijo Larra que Madrid, como representación de España, era un “inmenso cementerio”.

Algunos me llaman “apocalíptico” y en su sentido etimológico lo considero un halago. Para el común es “impensable” que se pueda combatir en la esquina de su calle. También lo era ayer, en términos históricos, y el siglo XX ha sido el que más sangre ha visto derramar en conflictos y persecuciones. Cuanto más disparate pueda parecer, más sangriento será. Iré aún más lejos: el que sea “impensable” para esa mayoría de la gente, es lo que lo convierte en presagio. Como los grandes inversores en Bolsa: Cuando comprueban que su chófer “juega” su dinero en ella como el resto de los ciudadanos, es cuando ellos recogen ganancias y pliegan velas, sirviendo el batacazo bursátil.

Sí, estamos en una guerra, pueden meterse en la cama aguardando un mañana que será como hoy, diciendo que no están para leer dislates. Tampoco pierden nada por seguir leyendo, a excepción de su tranquilidad. Es lo que tiene el ejercicio intelectual. Cuando es honesto, desasosiega. Inquietante es la certeza de que nada es casual, como ya he dicho en otros “Comentarios”, repartidos entre esta querida Tribuna y el Blog de La Aplicación Española. No es casual que se embista contra la familia, no es casual que se arremeta contra los padres, particularmente contra los padres, aunque las madres no se salvan de la andanada, para ellas reservan otras “estrategias” más sutiles. No es casual que se pretenda enfrentar a los adolescentes con sus progenitores, ni es casual que se abandone a su suerte a las familias, a la deriva, para que encallen o se hundan en medio de esta galerna que vivimos. No es casual que la droga circule con tanta facilidad. No son casuales los ataques continuos que sufre la Iglesia Católica. No es casual que se adoctrine en las aulas, desde la televisión, bombardeando permanentemente a los niños con conceptos tan errados como perversos. Ellos, que están más indefensos precisamente por la ingenuidad de su corta edad y nula perspectiva de la vida. No es casual que se les invite, que se fomente, con mensajes de todo tipo, a una iniciación sexual temprana bajo la mentira de que una píldora abortiva lo “soluciona” todo y si no, pueden abortar amparándose en una ley que no merece tal denominación por aberrante. Se les miente deliberadamente. La Vida es muy exigente y no vale todo. Y cuando se percaten de ello será demasiado tarde incluso para ellos.

Los siniestros son una nueva versión del flautista de Hamelin. Sólo que en su caso ni siquiera nos han librado de una plaga que son ellos, más que nadie. Si fueran más lanzados, nos proscribirían para suplantarnos a los padres, porque “interferimos”. Resulta que “educar” es “interferir” para estos siniestros que ya se preocupan muy poco en simular algo que nunca llegarán a ser. Tocan la flauta para distraer a las madres con derechos inventados, para seducir a nuestros hijos con falsedades, para abrir un abismo en el seno de la familia. Están resueltos a culminar su “proyecto” de ingeniería social, y no pararán salvo que recojamos el guante. Yo, desde luego, no me voy a resignar ni a transigir. Supongo que muchos buenos padres tampoco.

Y es así como se inician las guerras. Cuando unos quieren privarnos de la vida (y nuestros hijos son mucho más preciados que eso) y otros no estamos dispuestos a rendirla. Combatiremos en cada hora, cada minuto, cada segundo que estemos con nuestros niños para contrarrestar toda la basura que están metiéndoles en la cabeza. Les combatiremos apagando el infecto televisor y su programación emponzoñada, les combatiremos dialogando con nuestros hijos y orientándoles en todo lo que buenamente podamos para abrir sus deslumbrados ojos. Combatiremos en los salones de nuestras casas, en los cuartos donde dormitan mientras abrigan sus sueños, hermosas promesas de quienes tienen todo por delante; combatiremos en las calles y en los colegios, porque no vamos a consentir que ningún estado, y ningún “iluminado”, venga a decirnos cómo tenemos que educar a nuestros hijos o a indicarles cómo tienen que conducirse por el sendero de su existencia. El siniestro se queja de que queremos imponerles la Moral cuando, en realidad, quiere implantar su total ausencia, destruyéndola con la institución de la Familia. “Hipocresía”…
Occidente está perdiendo una guerra sin haber combatido siquiera. Esas son las derrotas que más duelen. Tanto está retrocediendo el acobardado ciudadano que terminará yendo al baño sólo cuando se lo diga un funcionario. Para entonces todos ya serán lacayos del que mande. No abandonaré el campo de batalla. A mi hijo no le lavarán el cerebro. Porque sus padres lo van a impedir.

Yo educo a mi hijo. ¿Y ustedes?

Por la Refundación de España

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