miércoles, 10 de junio de 2009

ANGELOS,

ESTREPITOSOS SILENCIOS

ARTÍCULO DE: Ciudadanos por la Constitución

Cuentan las crónicas que en la alta edad media española, cuando ya existía una Hispania unida y definida mientras que las demás naciones de Europa occidental balbuceaban; los enemigos políticos tenían la macabra costumbre de encargar misas de difuntos por sus rivales para desearles la muerte. Cosas de España inspiradas por la locura germánica, como diría Sánchez Dragó, donde lo fúnebre se confunde con lo onírico y con lo chistoso.

Sin embargo, el efecto buscado no era sólo mágico. En una época donde las comunicaciones eran deficientes, el nexo que mantenía cohesionada a la sociedad, por encima de una autoridad real siempre objeto de reyertas, era la Iglesia. Oficiar un funeral por alguien equivalía a que esa persona había muerto, aunque la noticia de su fallecimiento no hubiese llegado. Por lo tanto “dejaba de existir” y sus seguidores ya no eran problema. Muerto el perro se acabó la rabia, y si no lo estaba, era suficiente con que lo creyesen sus partidarios durante un tiempo, aprovechado por los adversarios para ganar posiciones con ventaja.

La costumbre tiene una variante “moderna” que es la de escribir el nombre “molesto” en el dibujo de un punto de mira, esto les gusta mucho a los renegados, como puede dar fé Gloria Lago, de “Galicia Bilingüe”, a la que envío un fuerte abrazo desde esta querida Tribuna. También pueden meter un cartucho en tu buzón, o cualquier otra modalidad encaminada a atemorizar. Las sutilezas litúrgicas se han perdido.

Hoy ya no se encargan misas de difuntos por los vivos que molestan. Eso, aparte de su gracia negra, tenía un punto de piedad que es complicado hallar en estos días. Lo que se hace en la actualidad es ningunear al enemigo, incluso al “aliado” que canta las verdades. Como si no existiese, albergando el poco secreto anhelo de que eso es lo que se le desea. Un “muérete y cállate” diplomático pero feroz.

El insulto, la ofensa o, simplemente, la crítica, implican reconocer al antagonista. De lo que no se “percibe” su existencia, no. Quienes lo hacen, lo hacen porque saben que pueden hacerlo. Parece una perogrullada pero no lo es. El “ninguneo” lo ejerce el que tiene algo, mucho o poco, de Poder. Y lo ejerce para desanimar, para minar, para quebrantar ánimos, para que “dejen de existir” los que estorban. Lo hacen hasta con las crisis, mas estas, a diferencia de las personas, tienen el mal hábito de perseverar tanto como los culpables de mantenerse en el mando.

Así nos encontramos con medios de manipulación al servicio de los siniestros, al que obedecen al menor de sus gestos, cuanto más para corear y amplificar sus consignas. Esto no sorprende. El servilismo es lo suyo para beneficiar a los de las mercedes (a costa del erario) y mantener tranquilo el rebaño con la dosis de ponzoña diaria. Con todo, el ganado ovino no suele ser levantisco, pero si se le engaña siempre ayudará a embestir.

Más doloroso es el “ninguneo” de los otros medios, los que se supone “independientes”. Se pierden en posibilismos y mediocridades sin saber que los retos sólo se superan desde la audacia y la ambición. Julio César todavía estaría dudando al otro lado del Rubicón sin esa osadía. Y don Pelayo no se hubiera puesto al frente de sus bravos. Prefieren la cobardía de lo malo conocido a lo bueno por despuntar. Y se convierten en cómplices de los siniestros, porque completan su labor de enterrarnos en vida, dividiendo y fragmentando el electorado de la Derecha social para que se conformen con un partido centrista cuya dirección, en expresión de su líder, un perdedor, nos señaló la puerta para buscarnos un partido “liberal o conservador”. Pues no. No hemos cavado esta trinchera para abandonarla o para “colaborar” con los que nos han metido en ella. Si “la unión hace la fuerza”, ha llegado la hora de que los minúsculos partidos y formaciones de Derecha, que languidecen sin remedio, se planteen una nueva meta desde los Principios que nos unen: la Vida, la Libertad y España. Es la hora de que nos preguntemos si preferimos ser objeto de chanzas y de las burlas de los siniestros o que nos teman porque nuestro mensaje es difundido y es creíble por estar unidos. Por España.

Para hacer tanto ruido que hasta los muertos nos oigan. Y se enorgullezcan.

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