viernes, 9 de octubre de 2009

BALCÓN DE VENEZUELA,

LA AMÉRICA DE LOS CANARIOS

ARTÍCULO DE: Antonio-Pedro Tejera Reyes

COMENTÁBAMOS hace poco, en un trabajo aparecido en el suplemento "La Prensa", la vinculación existente entre el concepto democracia y la diversidad del componente en los elementos familiares que se dan en ese entorno en toda América.

Llegábamos al ejemplo vivo en nuestra propia familia, donde referíamos la existencia en una parte de ella de hasta tres nacionalidades, olvidando -un lapsus producido por mis largas ausencias de Venezuela- que Anthony, hijo de mi sobrino Antonio-Pedro La Fata, había nacido en el Estado de Florida, EE.UU., y por lo tanto es, por derecho propio, norteamericano, al igual que otros tres de mis nietos. Así, en esa pequeña gran familia hay cuatro nacionalidades, y no tres como comentábamos. La sangre de los canarios regada por toda América de arriba abajo.

En este escenario mundial, se afianza con grandes dificultades el concepto de la convivencia, si bien su evidente progreso está más que demostrado, pues es el camino correcto del futuro, como estamos presenciando todos los días en los más variados foros internacionales.

Los nuevos medios de comunicación van siendo elementos catalizadores del tema, en el cual tenemos mucho que decir quienes descubrimos todos los días cómo el talante de canario, su bonhomía y lo que nosotros llamados "su forma de ser" le han abierto las puertas más reticentes del mundo, abundando los ejemplos de cómo hombres salidos de estas pequeñas islas han llegado a ser figuras universales, ya no sólo en la independencia de América, sino también en las letras, las artes... y en todas las variables que la comunidad mundial ofrece, dándose el caso excepcional de que en un país como Venezuela el hecho de que un canario pisara su suelo patrio le convertía de inmediato en súbdito del país.

Oriundos de Canarias lo fueron y son tantos hombres y mujeres en la historia de América que serían necesarias varias páginas de un periódico para mencionarlos a todos.

Ocurre de forma ejemplar que en esta larga caminata los canarios no sólo no han estado solos, sino que han formado grandes familias con personajes de otras latitudes, llámense europeos, asiáticos, africanos, americanos y hasta australianos, demostrando con ello un poder de integración que en nuestra América nos da nombre y relevancia llegándose al caso de que se nos confunde con sus mismos naturales de sus distintas regiones.

Nos viene al recuerdo una anécdota ocurrida en Asunción (Paraguay), donde un paraguayo mostraba su asombro porque el palmero Jesús Hernández se identificó como canario cuando él, que le conocía muy bien, lo había creído siempre natural del país. Son muchas las vivencias que podemos aportar sobre este mismo tema, como aquella otra de una isleña afincada en Buenos Aires, nacida en el mismísimo barrio de El Toscal, de Santa Cruz de Tenerife -ese que tanto nombra Pancho Ayala en sus "ladrillos"-, y que nos sorprendiera en la ocasión del famoso y recordado I Congreso Mundial de la Emigración Canaria, cantando tangos con todo el acento de los más sentidos barrios bonaerenses.

¿Qué decir en Venezuela y en Cuba? Ahí, en esas latitudes la población canaria está tan integrada que difícilmente se le puede separar de sus nativos.

La República Dominicana, con sus ingentes núcleos poblacionales fundados por los canarios, donde hasta el cochino negro anda correteando por sus campos, y una población sobria y amable, hace recordar hasta la médula -valga el símil- las raíces canarias de la misma.

Símbolos permanentes de un talante democrático que el canario tiene arraigado sobre su propia tierra y que ha sabido expandirlo por el mundo como una etiqueta de bien nacido, trabajador, noble y confiado, lo que ha sido, y es, motivo de muchos sufrimientos que duran ya cientos de años, en los cuales hemos sido engañados, vejados, robados y vituperados, en nuestra propia piel por personajes infiltrados en nuestro medio, algo que nos ha dado la fortaleza necesaria para seguir el camino correcto de la decencia y la honradez, que, como decía en Venezuela un personaje política y culturalmente conocido por todo el mundo, Reinaldo Leandro Mora: "Un canario es una garantía de trabajo y honradez".

Otro gran pensador y literato venezolano, Arturo Uslar Pietri, definía las Islas Canarias como unos enormes barcos de piedra navegando desde Europa hacia América, en los cuales, al despertar en la noche, en medio del Atlántico, no se sabía en cuál de los dos continentes te encontrabas.

Hechos y realidades que son una constante en una América donde "los isleños" -como se les conoce en muchos países- han transportado no sólo ese sentido del trabajador honrado y eficaz, sino también ese otro de inestimable valor como es su sentido democrático y tolerante, que le ha servido para convertirse en partícipe directo del desarrollo de un continente desconocido hace algo más de quinientos años... Una historia que está aún por contar.

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