domingo, 4 de octubre de 2009

UN NORTEÑO

ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes

Copio parte de una frase de Manolo Vicent en su columna de la última del domingo 27 de septiembre en El País. Es ésta: "...cuatro pícaros que sólo piensan en forrarse..." Vicent aplica esa frase a un tema distinto que no viene al caso; yo la quiero aplicar a quienes instalados en el poder oculto o visible del cotarro canario estaban ojo avizor en cuanto se habló del proyecto de Eduardo Chillida, consistente en horadar artísticamente la montaña majorera de Tindaya. Estos cuatro gatos atigrados quisieron aprovechar tal proyecto y su realización para su muy particular negocio tan fraudulento como suculento. Uno no es un santo pero es difícil adaptarse a la idea de que hay que convivir en el terruño con personajes de esta calaña.

Hace poco estuve en San Sebastián, la bella Easo, Donostia, al Festival de Cine. Y aproveché una soleada mañana para acercarme al Museo Chillida Leku. Sito en las afueras de la urbe, se llega en una línea de autobús en sólo 10 minutos. El Museo consta de una extensa zona de jardín y finca de varias hectáreas, verde césped con arboleda mayor y frutales, que embellecen el entorno de las esculturas del artista estratégicamente situadas. Lo principal de este Museo al aire libre es el llamado Caserío Zabalaga, una edificación del siglo XVI ubicada en medio de la finca y restaurada por Chillida con la colaboración de un arquitecto. El interior del edificio es de una belleza añeja extraordinaria, con estructura de madera de roble viejo con fisuras y grietas al paso del tiempo en vigas y soportes, en tornapuntas, riostras, pendolones, pares, correas, cumbreras, durmientes... El ensamblaje y unión de estas piezas es a caja y espiga, media madera, diente de sierra...También hay un tipo de nudo especialmente sugerente para mis amigos viejos verdes, sexópatas irredentos: "embrochalado en el copete" (¡toma ya!)

El inolvidable, por hueso y por sapiente, profesor don Enrique Rodríguez Sanz intentaba enseñarnos hace medio siglo todas estas palabrotas en la asignatura de Carpintería, a los estudiantes de Aparejadores, en el viejo Colegio Politécnico lagunero de la calle San Agustín.

A la vuelta dicen que lo venden tinto; y a la vuelta del Museo Chillida Leku, el vino tinto y el mosto carente de alcohol –soy abstemio– nos esperaban en los numerosos bares de San Sebastián. Las tapas, abundantemente exquisitas, expuestas en las barras, las fotografié en anterior visita, para enseñarles cómo se despacha y se come en Euskadi a los amigos y barmen de mi Tenerife del alma, de mi Orotava y mi Puerto de mis entretelas. Pero me temo que mis compatriota-chicos, villeros y ranilleros, o, si lo prefieren, orotavenses y portuenses (yo lo prefiero) no sepan asimilar la cultura del "sírvase usted mismo y luego pague lo que se ha comido y bebido". Más de un pillín socarrón de mis parroquianos isleños probablemente se aprovecharía para comer tanto y pagar cuanto. Cuanto menos mejor, quiero decir... (Qué mala idea la mía). Tómenlo a broma, muchachos, y... ¡Abur!

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