jueves, 26 de noviembre de 2009

ANGELOS,

ECONOMÍA INSUFRIBLE

ARTÍCULO DE: Ciudadanos por la Constitución

Una de las características más acusadas de los progres es su pensamiento (por llamarlo de alguna forma) de que el estado puede arreglarlo todo. Los hechos demuestran que su intervención añade más problemas a los que ya había, no siendo el menor el de la corrupción. Más estado, más funcionarios, más corrupción, más pobreza. Pero ellos siguen instalados en esa fantasía de omnipotencia de que el estado es una suerte de semidiós, tanto es así que su laicismo no es más que la devoción a esa falsa labor salvífica. Lo malo es que esto nos condena a todos...

Decía Montesquieu (1689-1755) que “algo no es justo por el hecho de ser ley, sino que tiene que ser ley porque es lo justo”. Eso explica que los siniestros sigan en la higuera: han “enterrado” a un sabio sin haberle leído. Como en tantas otras cuestiones según se deduce de su inmensa ignorancia, aunque hay centristas que les ganan terreno con decisión. Si ya hay un marcador para contar los casos de corrupción de cada sigla, debería de haber otro para averiguar quien es más zote. Los progres consideran que dictando una ley ya han solucionado un problema, les da igual que sea inoperante e imposible de aplicar, lo importante es que eso no les estropee el pretexto para darse una fiestecita y aparecer en los telediarios con una sonrisa de oreja a oreja. No se entiende muy bien qué hay que celebrar: basta con pasar por la puerta de una “oficina de empleo” (que ya es eufemismo cruel) a primera hora para que a uno se le caiga el alma a los pies.

La España que salió de la guerra civil era un país eminentemente agrario. Ese era su modelo productivo, devastado por la contienda y por las ocurrencias de la república revolucionaria, más preocupada por llevar a cabo su sanguinaria revolución que por gobernar una Nación o, simplemente, por defender la república. El sector primario era mastodóntico, y sólo empezaba a consolidarse el secundario gracias a la I Restauración y a las medidas adoptadas por Primo de Rivera. El terciario estaba en la cuna. Un cuarto de siglo fue necesario para que cambiase, con el coste humano de grandes corrientes migratorias cuya principal meta era Madrid, Barcelona y las Vascongadas. Y planes varios, desde el de “Estabilización” de 1959 a los de “Desarrollo” en la década posterior. Finalmente, los motores de la economía nacional fueron la construcción y el turismo. Hasta hoy, en que el primero se ha gripado y el segundo renquea. Y la “ley de economía sostenible” se los llevará por delante irremediablemente, me temo.

Son tan grotescos como el fontanero que empieza a felicitarse por una idea que ha tenido cuando está con el agua al cuello. Quizás por eso mismo. A saber si más tarde van a estar para saraos, tal como están los secuestros de “frecuentes”. Lo lógico sería acometer la reparación y dejar el regocijo para después, pero es que esta alegre gentecita dista mucho de lo “lógico”; si tuvieran esa virtud, no estarían arrojando piedras contra su tejado.

En esta situación de crisis económica, que ha pasado de “no existir” a ser una “oportunidad”, el malgobierno sigue a lo que le interesa que es la demolición de la Nación. “Deconstrucción” que dirían ellos, sólo que los cascotes nos caen por doquier. Con ese objetivo, una crisis económica es el menor de sus problemas, pero con el formidable aparato agit-prop que disfrutan, pues intentan darle la vuelta a golpe de ley y aprovechar sus herramientas mediáticas. Sólo que la economía es terca y no hará caso a leyes. Menos aún si son un disparate.

Leyes. Como la fantasmagórica de “Dependencia” o la directamente inmoral y mortal para los no nacidos. Legislar como espectáculo, para obtener un rendimiento político cuando la única idea que tiene clara el malgobierno es la de seguir adelante con su perversa ingeniería social y destruir la cohesión de nuestra Patria. Jugando a ser tan todopoderosos como el estado al que veneran. Cuando la “ley” se enfrenta a lo que es justo, aquella terminará derrotada. Si además es una afrenta a la libertad, no podrá “sostenerse”. El papel del Boletín Oficial del Estado se moja con más facilidad que los demás.

La únicas leyes que se deberían promulgar son aquellas que facilitan la creación de empresas y, por ende, la generación de empleo. El estado es mal empresario y peor gestor, pero como regulador lo que le sale es castrar la iniciativa de la sociedad. Es cierto que hace algo bien: recaudar y sancionar.

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