miércoles, 27 de enero de 2010

ANGELOS,

PARTIDO

ARTÍCULO DE: Ciudadanos por la Constitución

El candidato se debe a sus electores, si estos le eligen finalmente, ellos son los que pueden pedirle cuentas. Un candidato no debe olvidar a quien le debe su puesto y cumplir los compromisos que le hicieron acreedor de la confianza de sus electores. Si no lo logra, deberá dimitir por coherencia ética. Si no lo hace, los electores deben castigarle si opta a la reelección. Es muy sencillo el “juego” democrático. Lo complicado es adulterarlo.

Es complicado pero compensa. Dice el politiquillo de tres al cuarto, culiparlante de vocación, que “él estará a lo que diga el partido” (sic). Pues no. El partido no debería ser otra cosa que una “etiqueta”, una forma de adscripción de los candidatos en función de su postura ideológica. El buen político “estará” a lo que diga su electorado porque es a quienes se debe. Y en caso de colisión de pareceres mirará a los que han depositado su confianza en él… porque en realidad es uno de ellos, uno más, con la diferencia de que le han encomendado el honor de representar a sus vecinos para defender sus intereses conforme a la ley.

Es una pena que algo tan patente suene a utopía. Si la esencia de la Democracia es que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes (ojo, “a sus representantes”, no a una “marca” electoral), la perversión es que tengan que hacerlo mediante unas siglas. Los dirigentes de esas siglas ponen a quienes creen oportuno en unas listas “intocables” para el ciudadano. Así comienzan las “cadenas” de favores subordinadas a opacos intereses. El candidato no se debe a sus votantes, sino al que le ha introducido en la lista; normalmente se presenta por una circunscripción a la que desconoce, sus potenciales votantes no le han visto en su vida, no tendrá su propia oficina para atenderlos, apenas hará campaña porque eso forma parte del marketing del “número uno” de la lista, que es el marketing que hace la marca, y saldrá elegido en el paquete que irá al congreso donde lo único que se le pedirá es que toque el botón que le mande el “partido”… si tiene mala suerte puede que rellene alguna “comisión” que sólo sirve para que parezca que se hace algo acerca de ciertas cuestiones. El premio será que le volverán a “meter” en una lista de esa “marca” para seguir viviendo del erario, si está calladito y en primera posición de saludo hacia sus dirigentes. Nunca decir “sí, señor” ha estado mejor pagado.

En otros países, de “larga trayectoria democrática”, lo que aquí sucede es impensable. Por obsceno y ofensivo. Los defensores del sistema partitocrático, “coprocracia” en su degeneración, de listas cerradas, alegan que las listas del senado son abiertas y que ello no supone una mayor “virtud”. La respuesta, contundente, se cae de su peso: el ciudadano pone la “equis” en la casilla de su marca electoral porque es consciente de su inoperancia, el senado no sirve para nada, ni siquiera tiene capacidad para bloquear la legislación aprobada por el congreso, se supone que por “gobernabilidad”. Dicen que es una “cámara de representación territorial”… claro, sin duda por eso un número de senadores son puestos a dedo, a espaldas del electorado ya que les vota el “territorio”… como si no fuera bastante el chantaje que ya hacen los separatistas en el congreso, dejemos que lo dupliquen en la “cámara alta”. Y todos con unos sueldos que no son “mileuristas” precisamente… a cargo, como no, del erario.

Los políticos se quejan del descrédito que se han ganado merecidamente. Los ciudadanos no les creen porque no hay el menor atisbo de Patriotismo en sus palabras, menos en sus actos. No es comprensible que unos partidos abiertamente antiespañoles y felones puedan mandar sus representantes a la cámara donde se decide el destino de la Nación a la que odian, no es comprensible que los parlamentarios silencien sus presuntas conciencias en detrimento de la opinión generalizada de sus electores y que ello sea para no perder el favor del “jefe” disfrazado como “disciplina de partido”. No es comprensible que el ciudadano normal no tenga la menor idea de quién es su representante y de adonde tiene que acudir para formular una queja o sugerencia. No es comprensible el triste espectáculo de un congreso prácticamente vacío, no es comprensible ver a sus señorías sesteando y/o leyendo el periódico (¿se lo permiten a ustedes en sus trabajos?); no es comprensible ver a esas señorías correteando por las bancadas como críos en recreo pulsando los “botones” de sus compañeros cuando hay alguna votación, no es comprensible que el sistema partitocrático se haya reproducido hasta la náusea extrapolando su modelo en autonomías y municipios siempre “a lo que esté el partido”, aunque ello perjudique a sus paisanos, que son los que votan… No es comprensible, en definitiva, el absoluto desprecio del que hace gala la clase política por sus votantes, que somos además los que les pagamos el sueldo.
Y no es comprensible que el español trague con todo y no quiera cambiar este corrompido sistema por una auténtica y real Democracia desde sus cimientos. No es comprensible salvo que estemos en jauja…

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