viernes, 8 de enero de 2010

ARCHIPIÉLAGO GULAG,

REYES MAGOS DE ORIENTE

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez

Te lo cuento porque es verdad. Fue verdad. Así que no pongas en duda mi palabra. La verdad no se cuestiona. Yo te cuento y tú escuchas, pacientemente, interesado en aprender. Pero siempre en silencio. ¿A qué de esa manera no se narran historias ni se puede conseguir la aprobación de nadie?

La cabalgata de Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente en el Puerto de la Cruz nunca ha sido gran cosa. En cuanto a presencia de público, siempre obtiene mucho éxito, entre otras cosas porque el turista es curioso y se apunta a los fregados que no le cuestan un euro.

Las calles por donde desfilan los tres hombres buenos están atiborradas de público. Eso es de agradecer. Pero la verdad, incontestable, es que el espectador no contempla una grandiosa cabalgata, ni nada por el estilo. La comitiva de la víspera de Reyes en el Puerto de la Cruz es una más de las muchas que se celebran en la ciudad.

Y a pesar de esa embrionaria puesta en escena, el público responde. Yo estaba allí, un año más. Es una cita que no me pierdo si Dios así lo que quiere. Acudo en familia y disfruto del fugaz desfile de SSMM. También me encuentro con amigos, conocidos, y algún que otro pesado que únicamente habla de política y de tragedia griega. Con hacer que escucho, es más que suficiente.

Cuando un servidor era pequeño, o sea, un niño, la madre y el padre lo llevaban a la plaza del Charco a ver pasar a los tres reyes. Mi hermana, casi dos años más pequeña que yo, estaba a mi lado, quizás con más asombro.

Y con los ojos de un niño se ven mejor las cosas. El niño no tiene ojos más que para los Reyes Magos. Baltasar era mi preferido. El negrito me traía los regalos, siempre de madrugada, con mi padre tocando la corneta.

Por eso albergo dudas. ¿Qué más da que la cabalgata sea pobre, corta o se encuentre poco organizada? ¿Qué sentido tiene criticar si un caballo iba muy adelantado y los otros dos se movían al compás, siempre al compás? ¿Disminuye la avidez del niño si el rey no lanza caramelos? ¿No es el niño el que sueña y desea ver pasar al rey mago de Oriente, cargado de regalos?

Lo único importante son los tres Reyes. Nadie más. Ni siquiera la perorata de la autoridad de turno merecería tener cabida. Ni en el Puerto de la Cruz ni en ninguna otra ciudad. Son los Reyes Magos, sólo ellos, los que triunfan y trabajan esa noche, y son los niños, sólo ellos, los que ven la cabalgata como realmente es: un paseo triunfal de la ilusión, de los sueños convertidos en realidad, sin adornos, sin estúpidos añadidos.

Los Reyes Magos de Oriente han vuelto a protagonizar la noche más sorprendente del año. Los tres veneraron al niño Jesús. Los tres concedieron oro, incienso y mirra. Los tres fueron encaminados por una estrella. Y los tres retornaron a sus respectivos reinos. Fueron los primeros en refrendar que la inocencia y la humildad triunfaban sobre todas las cosas.

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