ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez
Un héroe. Claro, y tras él, un puñado de leales hombres. ¿Correveidiles?, no. ¿Babosos?, tampoco. Hombres dispuestos, no cegados por el poder. Un héroe. Es lo que necesita mi pueblo. ¿Ciudad? Yo sigo diciendo que mi pueblo tiene futuro. Está al alcance de la mano. De nuestras manos. Tangible. Perfectamente escrutado.
Un héroe para los tiempos más peligrosos.
A lo mejor se llama Dienekes, ¿se acuerdan? “…en la víspera de la batalla, un tracio le contó que los arqueros persas eran tan numerosos que cuando lanzaban sus andanadas la masa de las flechas ocultaban el sol. Dienekes, sin embargo, en modo alguno intimidado ante la perspectiva, comentó con una carcajada: “Bien. Así podremos luchar a la sombra”. Herodoto, Historia.
Mi pueblo no forma parte de las Termópilas. Mi pueblo, sin embargo, está metido en una encrucijada. Se puede salir de ella, pero es necesario que un líder nos guíe.
¿Se acuerdan de Jericó? La fuerza de las trompetas. ¿Valor histórico? Josué se convirtió en el arma de guerra de Dios. Moisés veía la tierra prometida de Canaán, pero no entraría. Nuestro héroe tiene que ver la tierra prometida y entrar en ella.
Si necesitamos un héroe, descarto la presencia de un rey de reyes. ¿Jerjes? Mejor no.
Prefiero un Xeones, entrañable personaje creado por Steven Pressfield para su magnífica novela “Puertas de fuego”.
Nuestro Xeones camina, trabaja, conoce esta Esparta venida a menos, y la ama.
¡Antígona, cuanto tiempo llevo esperándote!
Al fin y al cabo un héroe necesitamos. No la presencia errática de fantasmas del pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario