miércoles, 27 de enero de 2010

ARCHIPIÉLAGO GULAG,

EPPUR SI MUOVE

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez

Antes tenía más tiempo y leía todo lo que se me ponía por delante de los ojos. Ahora selecciono. Y al seleccionar me equivoco, claro. El libre albedrío es un placer, pero también un riesgo que el hombre asume. Yo lo hago.

Leyendo me encuentro con verdaderas atrocidades. No es que me aburran esos textos, es que son un delito, una aberración, un crimen.

Si un domingo me acerco a la lectura de algún periódico local, -extremadamente local y sectario-, soy incapaz de despegar la vista de algún comentario hecho a dos manos que siempre salva a los amigos y eterniza en el averno a los que no piensan igual.

El ayuntamiento portuense no deja indiferente a nadie, y eso está bien, pero lo que no debería producir es un despiadado enfrentamiento entre culichichis y cachanchanes.

El pasado domingo conseguí –oh milagro- un ejemplar fresquito de la Razón. Buen periódico. También me interesaba tener entre las manos la edición en lengua española del L’Osservatore Romano, que se entrega gratuitamente con el rotativo de Lara.

El ejemplar de la Ciudad del Vaticano es cristalino. Recomiendo su lectura a los que se deleitan leyendo en la tranquila penumbra, a los que buscan con afanosa laboriosidad un trocito de papel bien escrito. Es claro, escrupuloso, sapiencial. En definitiva, no tiene desperdicio.

Muchos años pasé leyendo El País. A fuerza de ser sincero, he de reconocer que me gastaba una pasta curiosa todos los domingos, ya que en el kiosco adquiría el ejemplar de fallecido Polanco, además del ABC, Diario de Avisos y Canarias7. ¡Una locura! Es más, ¡un desperdicio de dinero!

La sección Internacional del periódico de centroizquierda sigue gustándome. Entre sus colaboradores habituales, destaco la presencia del maestro Mario Vargas Llosa.

El ABC es un Everest de la opinión diaria. Las mejores plumas se encuentran en él. Camacho. Albiac, Tomás, Uriarte, son algunos ejemplos del vértigo que produce la excelsa retahíla de colaboradores que tiene el periódico conservador y monárquico. La Tercera es una especie de tabernáculo.

En La Razón sobrevuela Ussía, que no es poco, pero la gente no se acuerda en demasía de Alvite, al que adoro y persigo casi a diario.

El Mundo, -que leo poco por culpa del primer plano de Pedro J. Ramírez-, tiene formidables escribanos. Guistau está entre ellos, así como Espada y Méndez.

La prensa isleña los tiene a borbotones. Opinadores, digo. Se regalan en los kioscos. Mejor no digo ningún nombre porque la lista sería siempre discontinua, fragmentada y ultraperiférica.

En España no hay costumbre de leer periódicos. Estamos en el furgón de cola. Somos gandules a la hora de leer. Ni novelas, no poemas, ni la hoja parroquial. Aquí el que lee es un desconectado de la realidad.

Para estar con los pies en el suelo, le mejor en España es ser analfabeto y ser ideológicamente de la cuerda del poderoso de turno.

Ahorre dinero, no compre periódicos. ¡El papel está muerto! ¡Cuánta tristeza!

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