miércoles, 13 de enero de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

LA AVENTURA DE LOS AÑOS QUE HAN PASADO...

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros

Oyéndole, cómo desgranaba recuerdo tras recuerdo, pretéritas vivencias compartidas, hace hoy más de cincuenta y cinco años, por momentos sentí desgarrárseme el corazón, como si se encogiera dentro del pecho. Después de todo ese tiempo que ha estado ausente, viviendo en Alemania, donde contrajo matrimonio con una encantadora alemana, nunca olvido a su querido Tenerife; y esporádicamente viene a su terruño, de vacaciones, pero no le había visto. Hoy se hace difícil encontrar a por casualidad, la ciudad ha crecido mucho, hay mucha gente por doquiera.

La anterior vez que le vi aquí, en su Puerto de la Cruz, estuvimos largo rato juntos, hablando del pasado y del presente, sin mencionar, para nada, el futuro... Entonces era otro hombre, aquella chispa de buen humor, me obligaba a recordar nuestra lejana juventud, ya que desde entonces éramos amigos. Un muchacho excelente, todos le querían por su modo afable de ir por la vida, respetando a los demás y dando lo mejor de sí, con lo que se ganaba la confianza y el cariño de aquellos que le tratábamos. Entonces era un joven alegre y despreocupado, vivir la vida era su único afán, gozarla dentro de sus posibilidades sin dañar a nadie. El iba por su lado en pos de sus apetencias personales, y cuando volvía de sus aventuras, era siempre el mismo, reservado y prudente, sin jactancias pedantes que le hicieran diferente. Cada uno de nosotros tenía su brújula íntima y nunca nos perdíamos en el acostumbrado andar por la vida.

Transcurridos tantos años, a pesar de ello, le reconocí y advertí su normal deterioro. Los años no pasan en balde, pero su voz era la misma, aunque un poco apagada. Nos alegramos mutuamente por habernos encontrado.

Escudriñando su cansada mente quise llegar al profundo foso de su conciencia; y sólo hallé en ese vital abismo, proyectada la accidental impresión que para él yo le estaba causando. Y me vi en el espejo de la vida, igual de viejo y cansado. Nos lamentábamos de las mismas necesidades, ya que todo había cambiado en nuestro entorno... Ayer éramos jóvenes, éramos inagotables, soñadores y aventureros. El mundo era nuestro, todo nos sonreía y cada instante era sensacional. Era todo más vivo y diáfano, los campos más alegres; y las orillas de nuestras playas, el comienzo ilusionado de tantos sueños que se hicieron a la mar en su momento oportuno, como barcas que se alejan.

¡Amigo, - me decía con melancólico sentimiento- no vengo más a mi lugar de origen! Si vieras, ¡qué sólo me hallo! Me siento como un extraño en mi propia tierra, casi no conozco a nadie. Me ha ocurrido, estando sentado en la Plaza del Charco, mirando ansioso en todas las direcciones, por si veo a alguien conocido, para saludarle, para hablar un rato y enterarme de nuestras cosas... Y se me saltan los ojos de sus cuencas, sin ver a nadie conocido. Sólo hay caras distintas de nacionalidades diversas, rostros desconocidos que aumentan mi angustia. Si, como si fuera un extraño... Nadie se fija en mí; y yo, sin embargo busco en cada uno de ellos, una sonrisa amable, saber que me han reconocido y se alegran al verme. Como me ha ocurrido contigo, amigo mío, que me has hecho feliz al pronunciar mi nombre con tanto calor y afecto, apenas nos hemos visto. También has cambiado físicamente, pero eres el mismo, aquel muchacho de entonces, sensible y generoso...

Recuerdo que este amigo vivía en Las Dehesas, le llamaban Luís el largo, por su estatura, ahora tenía un apartamento en La Orotava…No se más de él, pero confieso que me gustaría volver a verle. Le habían operado del corazón en Alemania la vez que le vi. No se sentía bien de salud y no sé qué ha sido de su vida., ojala volvamos a vernos.

Es cierto lo que se experimenta, a veces, cuando uno se ausenta largamente del terruño que nos vio nacer; uno al volver se siente como un extraño…

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