domingo, 17 de enero de 2010

DESDE CUBA,

CURIOSIDADES DE LA ISLA DEL CARIBE

ARTÍCULO DE: Diana Valer

Al sudeste de la bahía de Cienfuegos se extiende una hermosa laguna nombrada Guanaroca, catalogada como la verdadera representación de (Maroya) la Luna en la Tierra por una leyenda siboney que cuenta también cómo en tiempos remotos, Huión, el Sol, tuvo un deseo: crear al hombre, para tener así quien le adorara y admirara.

Al mágico conjuro de Huión surgió Hamao, el primer hombre, quien desde entonces le adoró y saludó cada mañana. Sin embargo, estaba solo y sentía languidecer su espíritu y le afligía la inutilidad de su vida solitaria. Es por ello que Maroya, La Luna, para dulcificar su existencia le dio por compañera a Guanaroca, la primera mujer en la tierra.

Los dos se amaron con frenesí y de su unión nació Imao, en quien Guanaroca depositó todo su cariño. Cuentan que Hamao se puso muy celoso y por ello concibió la criminal idea de llevarse al niño muy lejos. Una noche, después de raptarlo se lo llevó al monte, donde el calor excesivo y la falta de alimento provocaron la muerte de la criatura.

Hamao, consciente de la gravedad de cuanto había hecho tomó un güiro bien grande, le hizo un agujero, colocó dentro al infante y después le colgó a una rama de un árbol. Mientras, Guanaroca desesperada buscaba a su pequeño. Dicen que vagó ansiosa por el bosque llamando en vano a sus seres queridos y casi al borde del total cansancio descubrió el güiro al que por pura intuición se acercó para tomarlo entre sus manos.

La leyenda narra que cuando Guanaroca contempló el interior del güiro el dolor fue tan grande que casi desfalleció y este se escapó de sus manos. Al romperse observó como salían peces, tortugas de distintos tamaños y gran cantidad de líquido que corrió colina abajo. Aconteció así el mayor portento: los peces formaron los ríos que bañan el territorio de Jagua, la mayor de las Tortugas se convirtió en la península de Majagua y las demás, por orden de tamaño, los otros cayos.

Las lágrimas ardientes y salobres de la madre infeliz que lloraba sin consuelo la muerte de su pequeño hijo formaron desde entonces la laguna que lleva su nombre: Guanaroca.

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