miércoles, 3 de febrero de 2010

ANGELOS,

EL DAÑO

El daño está hecho. Y la Nación tardará mucho tiempo en ver días mejores. Es una constante, se tarda mucho en construir, basta un instante para destruir. Como metáfora, puede servir la imagen del nacimiento y la muerte de una persona. Se precisan nueve largos y laboriosos meses para gestar una vida en el seno materno. Sólo un mal paso, una equivocación, o mucha mala intención para ponerle punto final en un segundo. Es lo que dura el tránsito por extensa e intensa que sea la agonía. Crear es todo un despliegue de energía y entusiasmo. Demoler requiere únicamente mala fé. Y la pasividad de los espectadores.
Dice el ex–presidente Aznar que “nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo”. Lleva razón si se refiere al último medio siglo. Habría que remontarse a los tiempos de la II república, particularmente en su fase revolucionaria con el frente popular, para encontrar algo semejante. La demolición que he venido denunciando desde estos “Comentarios”, junto a muchos otros blogs, analistas, tertulianos, asociaciones e instituciones, no es de ahora, sino que viene de atrás. De muy atrás. Y por omisión o comisión, todos tenemos mayor o menor responsabilidad sobre lo que hoy sufre nuestra Patria. Porque siendo culpable el que hace el mal, la vergüenza salpica a quien contemplándolo, no consigue detenerle.
Porque si un malgobierno guía a nuestro país al fondo del abismo, no hay que olvidar cómo llego al Poder: parido con la sangre de los muertos y heridos en el atentado del 11 de marzo de 2004, del que seguimos ignorando su autoría, seis años después. Se pudieron hacer grandes cosas en los cuatro años anteriores a esa fecha… pero se remoloneó (ver el “Comentario” del 23 de abril de 2007 y todo lo que no se hizo en esa legislatura con la mayoría absoluta que disfrutaba); porque se consideró que se había alcanzado el falso nirvana del euro y que con eso ya estaba todo hecho. No sólo de pan vive el Hombre, porque faltando este nada tendrá.

Y como colofón a su labor, que sin ser mala tuvo carencias escandalosas, puso al frente de su partido a un personaje gris. Buen parlamentario, pero nada más cuando se necesitaba acuciantemente a un estadista que compensase el cinismo relativista siniestro, que había retornado con todo su aparato de agitación, propaganda y las mentiras de siempre. Hay pragmatismos que se confunden con la traición y el abandono de la defensa de que lo debería ser intocable. Si alguien no defiende eso con beligerancia, se convierte en cómplice porque ahí no hay tibios, no queda sitio para la indiferencia, la pasividad o una bobalicona “tolerancia”: la Vida se jalona con momentos que quedan grabados a fuego en la Eternidad, y será por ellos por los que se nos pedirán cuentas.

Diré a los que opinan que la “economía es lo más importante” (frase con tufo marxista), que una crisis económica se supera con sentido común. Al fin y a la postre no es más que una cuestión de dinero, de trabajar (si se nos deja) teniendo la mínima presión fiscal, y de ingresar más de lo que se gasta para ahorrar, invertir y crear empleo, iniciando el círculo virtuoso. A eso se reduce, por mucho que vengan mis amigos economistas con sesudos análisis que a menudo no comprenden ni ellos mismos. Lo que no es recuperable es la ruina moral y el embrutecimiento. Una persona se puede convertir en un borrego, pero devolverlo a su dignidad es complicado. Ese daño es el que ha desolado pueblos y derribado imperios, porque es difícilmente reversible con otra actitud que no sea la de aleccionar a todos los ciudadanos en pos de una tarea común: la de dejar como herencia a nuestros hijos lo más preciado. Una Patria cimentada en sólidos Principios. Eso sí que es lo más importante.

Y tengo que recordar, dolorosamente, que ese malgobierno, parido chapoteando en sangre inocente, fue reelegido con millones de votos hace dos años. Tengo que recordar que lo que debería ser “oposición” ha desertado, no entran en debate alguno confiados en que si se “portan” bien, heredarán. Incluso ahora, con todo lo que está cayendo, no hay moción de censura, no hay manifestaciones (tendrían que ser diarias), no hay contestación coordinada de enjundia, no hay movilizaciones promovidas por organizaciones que deberían vertebrar esta Rebelión Cívica que algunos nos empeñamos quijotescamente en estimular… no hay nada. Nada es nada. Así que no es de extrañar que los que dicen dirigir este país sigan a lo suyo… porque nada hay que les pueda quitar el sueño. Ni los generosos emolumentos a cargo del erario.

El daño está hecho. Y serán los inocentes quienes nos lo reprocharán…

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