martes, 9 de marzo de 2010

ART. DE UN PORTUENSE,

LO TRISTE DE LOS PUEBLOS SON LOS HIJOS INGRATOS QUE LES TRAICIONAN

ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros


LOS TIEMPOS CAMBIAN Y LAS CIRCUNSTANCIAS

Después de haber dado un par de vueltas con el coche conseguí aparcarlo en unos aparcamientos provisionales que existen en la explanada del Muelle pesquero, eso en el Puerto de la Cruz, hasta donde llegué para ir al Banco y hacer un par de cosas más. Se me ocurrió primero cruzar la Plaza del Charco para ir a la Farmacia del Lcdo. Don Gilberto Machado Méndez y comprar unos medicamentos que necesitaba, y luego, al salir me detuve para echar una mirada al bar. Dinámico y sus alrededores. Tengo entendido que ahora lo explota otra gente y que va saliendo adelante, ¡felicidades! Se me antojó estar viendo a nuestra recordada Plaza un tanto ahogada, amen de las evidentes mutilaciones que ha sufrido... Muchas "pijaditas" en tan poco espacio, demasiado ensombrecida, claro, ya entiendo, se trata de acondicionar sombras para proteger la Ñamera central en un ambiente óptimo de silencio y camuflaje. ¡Si no estoy criticando nada, sólo echando una mirada! Hoy quisiera hablar de otras cosas más importantes. Lo menos que faltan son plazas en esta ciudad. De todas maneras debo decir, respecto al negocio bar Dinámico, que había movimiento, las mesas casi todas estaban llenas... Aquello estaba funcionando, yo veía al personal contento, estaban atendiendo diligentemente a la clientela que consumía de acuerdo a sus posibilidades económicas, es evidente. Los tiempos cambian y las circunstancias.

Me vino, también a la memoria cómo era todo eso antes, cuatro, cinco y más décadas. Era una Plaza de pueblo enormemente grande, cabíamos todos en ella y rústica cien por cien. Hasta podíamos jugar a la pelota, correr como locos y chillar a todo pulmón. Se acostumbraba a decir: Muchacho vete a jugar a la Plaza... Era el campo de batalla de la juventud, de la chiquillería y de los adultos mayores, era el patio grande de las familias portuenses, común a todas las edades y condiciones sociales. Era el lugar entrañable y adecuado para hallar el consuelo de la grata compañía, la cita inaplazable bajo los verdes y frondosos laureles de India, el santuario abierto que tantas promesas inspiró y que tantos sueños arropó acariciados por las suaves brisas que llegaban de nuestro cercano litoral con olores marinos de algas y mar... Recordemos aquellos paseos al rededor de la misma, la Banda de municipal de música interpretando música española que le levantaba a uno los pies del suelo. Bueno las gentes paraban de pasear sólo para oírla. Cuántos codazos a la compañera de paseo, a la amiga, a la novia. Y cuántas miradas penetraban hasta el corazón y las palabras estaban de más, éramos felices.

Aquellos carritos que vendían chucherías... Iban con ruedas y por las noches se los llevaban a sus casas. Parece que la estoy viendo, a doña Isabel, su hijo Manuel... Y yo me pregunto, ¿qué es el progreso? Destruir todo cuanto ha constituido nuestro acervo cultural, nuestro patrimonio, todo lo que representaría hoy la huella significativa de nuestro pasado. Pero eso no cuenta para nada, hay que romper lo que está creado por otros, cuando lo justo hubiera sido cuidar lo que se tiene (simplemente respetar el pasado) y abrir nuevos caminos, extenderse, conquistar fronteras o unirlas todas. Creando cosas nuevas sin herir nuestro ecosistema, sin profanar la sensibilidad de los que ya nos estamos sintiendo viejos y que noche y día pensamos en nuestros abuelos: si vieran tanta ignominia, tantos abusos de inconscientes bípedos que no reparan en el daño que le están haciendo a la historia de nuestros atribulados pueblos que han de seguir soportando la presión política entre bandos diferentes que sólo buscan sus respectivos protagonismos y clavar lo más hondo posible el puñal del odio a su adversario, sin importarles el mal que nos hacen a los “inconcientes” electores, comprados o no, que ilusionados queremos lo mejor.

Caminé unos pasos, sin prisas, como no lo hago habitualmente, queriendo cruzar rápido las situaciones que me hacen sentir como un extraño en mi propio entorno y no es otra cosa que los años, si, que ha pasado mucho tiempo y lo que es peor, muy aprisa, sin que casi nos hayamos dado cuenta y eso conlleva, pues, circunstancias que necesitan ser entendidas desde un punto de vista emotivo. Ante todo, no engañarnos a nosotros mismos, cuando con ello sólo nos haríamos daño, seríamos los primeros en sufrir las consecuencias negativas generadas. No lo veamos como un problema social, es más un problema psicológico que cualquier otra cosa, simple y llanamente. Lo mejor es aceptar que ya no somos niños, que ahora tenemos que admitir la realidad en que vivimos, aunque no la compartamos, ya que somos mayores tenemos que comportarnos como tal. Antes también habían viejos, yo me acuerdo perfectamente oírles decir en esa misma Plaza, reunidos en grupitos y hablando de sus cosas, lo bien que lo pasaban, tan bien como los viejos de ahora, precisamente en iguales circunstancias.

Sabíamos que entre niños, jóvenes y viejos moría la gente, era ley de vida... Igual que ocurre hoy. Pero, a quien lo necesitara no le faltó apoyo moral, los ciudadanos, independientes del sexo o la edad, todos éramos respetados, hasta que llegó el síndrome de “las libertades” mejor dicho, del libertinaje.

Cada cual vive la vida buscando el lado más grato de ella. La vida la estimulamos con el espíritu alegre y la chispa que para conservarla siempre ponemos.

Con decidida voluntad y poco a poco fui aceptando mis pensamientos, razonables o no, también me pregunté sí lo estaba entendiendo según lo iba viendo y las apreciaciones que estaba haciendo eran justas. Estaba solo, a nadie tenía a mi lado para poder responderle o preguntarle, nadie me había hecho pregunta alguna. Estaba despertando de una pesadilla donde la obsesión antes no me había ayudado a entenderlo mejor. Seguí mirando a mí alrededor, luego seguí avanzando unos pasos más, pero no conocía a nadie. Recordaba inevitablemente cuando yo era niño, practicando con mis pequeños amiguitos aquellos juegos de los niños de antes. Mis pensamientos se adelantaron a la otra etapa de la vida, la adolescencia con sus contradicciones y fantasías engañosas pero enternecedoras, así mismo apareció como un canto primaveral la arrolladora juventud, trágico alegre para algunos, ensoñadora para otros. Fue una juventud que aprendió a luchar, por que nada era fácil en aquel entonces, los problemas eran distintos a los problemas que la juventud de hoy sufre, sin embargo no tuvimos necesidad de extraviarnos... Antes la familia era el eje de la sociedad, al menos se respetaban las decisiones que se tomaran en su seno y existía el sentimiento del amor como único emblema de unión... Hoy hay muchas cosas que han cambiado, tal vez sea yo el menos indicado para hablar del presente, por eso ahora sí, me voy a terminar de hacer mis cosas antes de ir a buscar el coche...Si no se lo han llevado. ¡Válgame Dios!

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