miércoles, 27 de mayo de 2009

DESDE CUBA,

LA ROSA DE JERICÓ, LA QUE NUNCA MUERE

ARTÍCULO DE: Diana Valer

Quizás ninguna flor haya tenido tanta aureola de leyenda como la Rosa de Jericó. En Cuba, más de 200 años rodean el misterio de esa flor carente de hermosura y que a primera vista nada tiene de curiosa como para atraer a botánicos, floricultores y jardineros.

Sin embargo, su estatus tomó visos de amuleto, de tesoro escondido y salvaguarda a través del tiempo, cuando al parecer la planta muere, se torna un montón de paja enroscada, para, ante la presencia del primer viso de humedad, revivir como el ave fénix.

Con el nombre científico Anastática hierochuntica, esa planta es oriunda del sudeste de Asia y el nordeste de África, aunque crece en las tierras áridas de países como Siria y Egipto.

La Rosa como tal tomó el apelativo de la ciudad de Jericó, ubicada en Jordania, a unos 22 kilómetros de Jerusalén. El Pequeño Larousse Ilustrado la recoge a modo de especie crucífera, con flores blancas, propias de los desiertos de oriente.

Mas, para mayor contradicción, la Rosa no pertenece a la familia botánica de las rosáceas y constituye uno de los pocos tipos de la flora que se mantienen en estado de vida latente, por lo cual algunos la califican como "la planta que nunca muere".

Esa especie se desarrolla extendida por el suelo con un follaje en forma de rosetón. Tiene gran influencia en el parto y en la longevidad de las personas, según cuenta la tradición oral llegada de los países árabes y transmitida a las pocas familias cubanas poseedoras del extraño ejemplar.

Aseguran que primero entró al oriental territorio de Santiago de Cuba hace más de dos siglos, traída por personas de origen moro, quienes la adquirieron en la vecina Puerto Rico.

A la centro-sureña Cienfuegos también llegaría directamente desde Jerusalén, pues monseñor Manuel Ruiz la transportó hasta allí y la obsequió a la señora Agustina Curiel y Jiménez, quien la conservó por 50 años y luego la pasó a su hijo en 1940.

Por esa fecha arribó a la occidental provincia de Matanzas un comerciante de nacionalidad siria y este regaló la rosa a Carmen Salido, quien se encontraba en estado de gestación, con la recomendación de colocarla en un vaso de agua con el fin de que reabriera sus pétalos y tuviera influencia en el alumbramiento de su bebé.

A todas luces, esa propiedad de resucitar, incluso muchos años después de haberse guardado la Rosa de Jericó dentro de un libro, constituye una cualidad exclusiva de las plantas inferiores, aunque la exhiben asimismo algunos helechos como la doradilla en los bosques de Cuba.

Tal acto de supervivencia responde a un proceso hidroscópico llamado anabiosis, mediante el cual el arbusto puede perder toda el agua que contiene, no obstante preserva su vitalidad por períodos muy largos, de hasta siglos.

Aunque en Cuba se atesora como un misterio, en el mundo la Rosa de Jericó se comercializa como un producto más

Hasta el próximo artículo, que sean inmensamente felices, y que disfruten de todo el tiempo maravilloso y fantástico. No olviden que tienen una nueva cita en este PERIÓDIO DIGITA DEL VALLE "LA VERA PASO A PASO".

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