martes, 23 de junio de 2009

EL PTO. SIEMPRE EL PTO.,

POR SAN JUAN

ARTÍCULO DE: Salvador García Llanos

Preparan las celebraciones de San Juan, con menos presupuesto, por razones obvias, y hay que congratularse, sobre todo, de que se cultiven las tradiciones.

San Juan es sinónimo de fiesta y también de magia. Hasta hace poco, el baño de cabras en el refugio pesquero, promovido y orquestado por el recordado Chucho Dorta 'Benahúya', nos recordaba lo del solsticio y todo eso.

Después, se fueron introduciendo elementos que engrandecieron la fiesta y la proporcionaron otra dimensión, más lúdica, más espectacular. Música de la buena, representaciones artísticas, montajes... Playa Jardín se convirtió en un escenario natural de primer nivel.

Las concentraciones humanas se fueron sucediendo año tras año hasta requerir un dispositivo especial de seguridad, asistencia, información… Riadas de gentes de localidades cercanas se acercaban al litoral portuense para vivir la fiesta a su modo y para gozar de esa vertiente espectacular que mereció honores de transmisión televisada en directo y de tratamientos informativos singulares en muchos medios.

San Juan siguió siendo una fecha llamativa para los portuenses bien porque iniciaban la temporada veraniega bien porque encontraban una nueva opción en ese surco festivo que invade nuestra convivencia desde hace años.

Atrás quedaban -puede que alguien todavía mantenga esas tradiciones- los arcos en las casas, hechos con frutos te

mpranos, pequeñas imágenes o estampas; las excursiones a algún punto cercano o los papelitos húmedos de las vísperas con los nombres de personas amadas. El costumbrismo doméstico.

Ahora la fiesta tiene esa otra dimensión tan proclive al populismo. Igual la crisis, con sus restricciones, nos devuelve a hábitos más modestos.

Pero es bueno que San Juan alegre corazones y espíritus. Porque su nombre también rotula una céntrica vía de la ciudad, tan triste, tan vacía últimamente, después de que cerraran los cines y haya desaparecido una de las cafeterías que tanta vida le daba a la zona. Otros establecimientos también han cerrado sus puertas y San Juan, otrora la “calle de las tiendas”, es ahora una vía lánguida y con el pulso debilitado.

A ver si el fuego sanjuanero no sólo elimina malos espíritus sino que la revitaliza. Falta hace.


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