lunes, 14 de septiembre de 2009

UN NORTEÑO,

FUERON TRES TRÁGICOS MARTES 11 DE SEPTIEMBRE, LOS DE 1973, 1984 Y 2001.

ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes

Fueron tres trágicos martes 11 de septiembre, los de 1973, 1984 y 2001. En el transcurso de los años mi carácter personal ha ido adaptándose al envilecimiento de las crónicas sobre tristes acontecimientos políticos criminales y trágicos sucesos. Como dijo el sabio Ortega: "Yo soy yo y mis circunstancias".

El martes 11 de septiembre de 1973 acaeció lo de Santiago de Chile. El presidente Salvador Allende, elegido democráticamente tres años antes, fue arrinconado en el Palacio de la Moneda y bombardeado por los aviones rebeldes, comandados por Augusto Pinochet. Sólo pretendía Allende mejorar la condición social de las clases más pobres y marginadas, dentro de una convivencia pacífica. No pudo ser.El martes 11 de septiembre de 1984 fue luctuoso para nuestro pequeño mundo canario, tinerfeño, portuense, del más genuino Puerto de la Cruz.

Paco Afonso, un joven alcalde desde las primeras elecciones municipales posteriores a Franco, en 1979, llegó luego a gobernador civil, pero sólo ejerció durante poco más de un mes. Había subido como la espuma en la política canaria, cuando aquí todavía la política era sin tanta puñalada trapera y sin opositores con portavoces vocingleros desvergonzados que todo lo manchan... Paco Afonso, todo un caballero honrado a carta cabal, ascendió a gobernador de esta provincia. Y acudió a donde tenía que acudir: a un devastador incendio en el monte de la isla Colombina.

Pero allí encontró la muerte en el coche oficial, a cuyo conductor se le cayeron los rastrojos y no supo calcular los ímpetus de la ventolera a rachas que acompañó a aquel ramillete de llamas voraces. Mi hija, 17 años de edad, lloró espontáneamente al paso de la comitiva funeraria oficial, calle Zamora abajo, camino del ayuntamiento y del cementerio.

Yo aguanté estoicamente junto a ella, ya estaba curado de espantos con el paso de los años. Paco Afonso, con su sonrisa, quedó en una escultura en bronce, en un rincón de una coqueta plaza de su ciudad, la plaza Concejil.

Y el martes 11 de septiembre de 2001, desde los países tradicionalmente masacrados del llamado Este u Oriente llegó un grupo de guerrilleros bien pertrechado de fundamentalismo, convencido de que su inmolación sería premiada con el cielo prometido. Tumbaron con aviones comerciales las dos torres gemelas más emblemáticas de una rimbombante exultante arquitectura, en una esquina del agrupamiento de rascacielos que componen Manhattan, Nueva York. La gente no se lo creía, pero lo estaba viendo, como en la sin par película de vampiros Abierto hasta el amanecer (1996). Los efectos especiales del filme El coloso en llamas (1974) quedaron empequeñecidos ante este efecto especial realmente real.

Una parte de mi ser había perdido ya casi todas sus vergüenzas y sus sentimientos de solidaridad (¿con quien?); y pergeñé un articulillo en que examinaba aquel holocausto desde un punto de vista meramente técnico.

Allende, Paco Afonso, lo siento. Torres gemelas de Nueva York, con sus casi tres mil victimas mortales televisadas en directo, también lo siento.

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