lunes, 26 de octubre de 2009

UN NORTEÑO,

AMOR ODIO

ARTÍCULO DE: Evaristo Fuentes

*Hay matices e intensidades en el amor y el odio. Escribe Félix de Azúa sobre ciudades mal comunicadas antiguamente, como Nuoro, en el interior de Cerdeña, donde: "...hay un sentimiento de relación que es el odio (...) es el odio la pasión que los apiña frente al extranjero".

Cualquier funcionario italiano era tan mal recibido "que tenía la impresión de haber sido lanzado sobre África". Caso muy distinto es el que viví hace unos años. Llegamos para hacer la primera escuela en Las Abiertas, el caserío rural más alejado y más perdido arriba en el monte del municipio de Icod de los Vinos. Fuimos recibidos con las puertas cerradas y las miradas esquivas. No, no era odio, era desconfianza, timidez grupal hacia lo extraño, por mor de su secular aislamiento. Algo similar se denunció (prensa tinerfeña, años setenta) sobre la marginación de los niños de Aguamansa (La Orotava). Muy distinto es el superpoblado Puerto de la Cruz, donde prevalece el enfrentamiento. Por poner un ejemplo: el Salón de Plenos del Ayuntamiento carece de aire acondicionado y no tiene butacas mínimamente confortables. Pasan los años. Ni unos ni otros, enfrascados en la odiosa lucha política, ponen el remedio.

Hubo en menos de una semana dos actos tan dispares, que cabe preguntarse: ¿Cuántos de los que asistieron al acto de la moción de censura marcosbriteña asistieron también seis días más tarde a la celebración del Día de la Hispanidad? Respuesta: muy pocos. Fueron dos públicos distintos y distantes.

Se reproduce así, metafóricamente hablando y salvando las distancias ontextuales, lo que dejó escrito un investigador, a principios del XX.

El pueblo estaba dividido en dos mitades: una, de la plaza del Charco pabajo, familias pobres, chicos desarrapados que se bañaban en pelotas en el muelle y se les impedía la entrada a la escuela por no llevar calzado. Otra, de la plaza del Charco parriba, la burguesía rampante con sus señoritos presumidos bien trajeados, emulando a los ricosturistas ingleses.

Esa línea divisoria de otrora se difuminó. Ahora hay otra en La Punta del Viento. Si coges hacia poniente vas a parar a la plaza de la Iglesia o a la del Charco, donde junto a los turistas y foráneos hay tertulias de portuenses, nativos o de adopción. Todos nos conocemos. Pero si coges hacia levante irás a dar a establecimientos como el Rancho Grande o El Lago de Manrique, donde no suelen entrar sino visitantes, residuos del turismo rico de antaño. Nadie conoce a nadie.

Un artículo de Salvador García (Tras la censura, Diario de Avisos, 12 octubre 2009) nos trae frases alusivas al escaso buen comportamiento de a gente el fatídico día de la moción de Brito. "Los portuenses no somos así"; Salvador lo repite en el párrafo siguiente: "de verdad, no somos así".
Tanto encono, con mayor o menor grado de histrionismo, no es exclusivo de ningún colectivo. Días más tarde se produjo similar jaleo en una moción de censura en el Cabildo de Lanzarote.

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