lunes, 11 de enero de 2010

ARCHIPIÉLAGO GULAG,

BUSCADORES DE TESOROS Y AMIGOS

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez

Ottavia es la mujer que puede averiguar qué le está pasando a nuestro pueblo. Si ella no puede, es que en verdad la cosa es grave, más grave de lo que pensábamos.

La hermana Ottavia Salina podría trabajar durante un par de meses, rodeada de un excelente equipo de profesionales.

A lo mejor ganaría menos dinero que algunos concejales del gobierno. A lo mejor se conformaría con viajar a Sicilia par ver a su familia.
Por favor, que alguien llame a Ottavia, sobre todo, que alguien la llame antes de que el Vaticano precise una vez más de sus servicios.

Si por casualidad, Dios no lo quiera, el alcalde y sus correligionarios, además de la aburrida oposición, rechazan la contratación de Ottavia, alegando, por ejemplo, que es extranjera y muy amiga de Matilde Asensi, el que escribe propone entonces la contratación de estos dos muchachos: Don Wildman y Eric Geller, porque algo tiene que haber bajo tierra que nos impida progresar. ¿O todo el mar se encuentra en la superficie?

Lo importante es contratar a estas ineligentes personas. Ellos podrían aclarar qué coño nos sucede.

Seguro que Ottavia, al principio, diría que no, que está muy liada entre papeles y cofres secretos de la Ciudad de San Pedro. Pero ni caso. Y si Don y Eric se muestran esquivos, que no nos vengan con el cuento de que están en Etiopía, buscando el Arca de la Alianza en Lalibela.

Hace algún tiempo que sospecho que los problemas que aquejan a nuestra ciudad no pueden ser resueltos por un político. Creo que la solución tiene que venir de fuera, pero no del Cabildo Insular ni del Gobierno de Canarias, tampoco del Gobierno Central ni de Europa, la de los euros fresquitos.

Así que lo mejor para averiguar por qué se ha despilfarrado tanto en el Ayuntamiento, por qué se retrasan los proyectos y por qué otras ciudades del entorno progresan y prosperan más que nosotros, es menester que nos traguemos el orgullo, que dejemos de pavonearnos por nuestro glorioso pasado y, en un arrebato de cordura colectiva, dejemos entrar a gente sencilla, ávida por buscar respuestas, alejadas de la política nauseabunda que durante decenios nos ha hundido en la miseria y dispuestos a no dejarse embaucar por la primera trilera o el primer material incombustible.

No esperemos que la generosidad prevalezca en el Ayuntamiento. Además, con generosidad exclusivamente no saldremos de este agujero negro. Será mejor ponernos en manos de expertos.
Ya digo, Ottavia, Don y Eric, ellos podrían hacer perforaciones y sesudas investigaciones, amén de enfrentarse al mismo demonio.

También se podría intentar una llamada a alguien de plena confianza del francés Jean-Jacques Servan-Schreiber, el cual, aunque ya muerto, seguro que pensó alguna salida para una situación como la que nosotros, como pueblo, atravesamos.

Releyendo estoy ahora “El desafío mundial”, esperando que en sus páginas encuentra un poco de luz

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