sábado, 27 de febrero de 2010

ACTUALIDAD,

SAN AGUSTÍN (LOS REALEJOS) O CÓMO EL TIEMPO PONE LAS COSAS EN SU SITIO

ARTÍCULO DE: Juan Jesús Carballo González. Presidente Movimiento Vecinal San Agustín

En cierto sentido San Agustín ha devenido en un interesante laboratorio social y político. Nos encontramos a una corporación municipal que, cegada en su idea de “la calle es mía”, impone a los vecinos un proyecto de remodelación urbana, el famoso Zona Comercial Abierta. Un grupo de gobierno que se erige en único intérprete de las necesidades del barrio, que trata de laminar la discrepancias que surgen entre los vecinos a dicho proyecto, que actúa con unas formas que dejan mucho de desear desde cualquier planteamiento mínimamente democrático, que desprecia o desconoce lo que significa la “participación vecinal”, que promete unas cosas y hace otras. El Movimiento Vecinal San Agustín nació en su momento como una forma de decirle a este Ayuntamiento “así no se hacen las cosas”, “los vecinos de este barrio no somos tontos”. Semejante atrevimiento nos costó un enorme desgaste a muchos de los integrantes de este movimiento. Elaboramos una propuesta de mejora del Plan presentado en el ayuntamiento y que se le entregó en mano al Señor Alcalde. Pudimos comprobar que, a pesar del ninguneo al que fuimos sometidos, a posteriori aceptaron la principal de nuestras propuestas: que el tramo inicial de la calle San Agustín fuera sólo en sentido ascendente con el fin de compatibilizar el necesario aumento de las aceras con una menor pérdida de aparcamiento público. Durante la ejecución de las obras pudimos comprobar cómo coexistían los planos originales del Ayuntamiento con la ejecución que proponía el MVSA. Algunos sospechamos que en las prisas y en la obcecación demostradas algo tendría que ver la concesión de un aparcamiento privado y la permuta de una plaza pública por un centro comercial. Sobran más comentarios.

Pasado ya unos meses desde el final de las obras es el momento de hacer un pequeño balance. El barrio ha ganado indudablemente en estética y en movilidad peatonal, dos cosas que eran necesarias. El MVSA nunca se opuso a un plan de este tipo pero sí, y de manera rotunda, a cómo se hicieron las cosas. Resulta que el plan auspiciado por el ayuntamiento y elaborado seguramente por técnicos con poco contacto con la realidad de la zona adolecía precisamente de eso, de una evidente miopía. La historia, la estructura social y económica, la topografía y la especificidad comercial de San Agustín requieren de planteamientos de mayor alcance y profundidad. No es de extrañar, por tanto, que con la primera fase de la Zona Comercial Abierta finalizada no sólo el comercio de la zona no haya experimentado el auge que se esperaba sino que, espoleado además por la crisis, se está viendo considerablemente afectado. Algunos comerciantes empiezan a preguntarse, incluso, si no ha sido peor el remedio que la enfermedad. Se sabe que la carencia de aparcamientos está influyendo y al final se pone de manifiesto que la receta que sirve para el casco de La Laguna a lo mejor no es la más indicada en San Agustín. El resultado es el cierre de comercios cuyas cifras fluctúan entre el 20 y el 40%.

Una vez que se le dieron todos los parabienes a las grandes superficies el pequeño comercio de los pueblos se ha visto condenado a una precaria existencia. Los mismos políticos que se vanaglorian de contar en sus municipios con esta o aquella gran superficie se ven ante la difícil papeleta de tener que hacer algo con el tejido comercial tradicional. La pregunta que deberían hacerse es ¿qué ventaja le supone al ciudadano consumir en su lugar de residencia o anteponer el comercio local a la gran superficie? Está claro que el primer requisito, nos guste o no, es el de tener facilidades para aparcar. Los aparcamientos privados no parecen la panacea cuando esto resulta gratis en las grandes superficies. ¿Qué servicios complementarios ofrece el lugar? En el caso de San Agustín el Ayuntamiento ha mostrado una vez más su cortedad de miras en su último comunicado. En éste reduce el barrio a un binomio comercial-residencial. Se olvida, no sabemos si conscientemente, de otras cuestiones no menos importantes. San Agustín tiene una infraestructura cultural completamente infrautilizada: el Teatro Cine Realejos, cuya prometida renovación parece dormir el sueño de los justos y la Sala La Ferretería, que carece de una mínima programación estable. La reciente declaración de zona BIC de algunos inmuebles señeros no parece que haya espoleado el ánimo conservacionista de nuestros dirigentes: el histórico Colegio San Agustín y la Casa de Agustín Espinosa amenazan ruina entre la desidia de unos y otros. El centro neurálgico del barrio, la Plaza de San Agustín, frente a la Iglesia de Nª Sª del Carmen, carece actualmente del más mínimo atractivo, nada que ver, por ejemplo con la animación de la Plaza de Viera y Clavijo, en el Realejo Alto. El barrio no dispone de infraestructura cultural ni social, el tejido vecinal está convenientemente amordazado y en la actualidad la única vida comunitaria se reduce a los partidos de fútbol en los bares de la zona. En un barrio de unos 5.000 habitantes no es de extrañar, por tanto, que el panorama sea bastante desolador. Así que, respondiendo a la pregunta anterior, son pocas las ventajas que al consumidor se le ofrecen en estos momentos para quedarse o, ya no digamos, acudir a San Agustín. Si queremos encontrar soluciones no basta con engañarnos, vender humo, o recurrir a falsas exaltaciones micro-patrioteras. Hay que partir de un análisis objetivo de la realidad, cosa para la que nuestro Ayuntamiento parece particularmente negado.

Un ejemplo de este dislate son, a nuestro juicio, las iniciativas del área de Turismo y Comercio. La cantidad ingente de recursos económicos que se emplean en esta área no se corresponden con la realidad de nuestro municipio. Una vez más venden humo y por tanto a nadie debe extrañarle que no se vean por ningún lado los múltiples beneficios que nos prometen. En vez de empezar la casa por el tejado inviertan dinero y esfuerzos en convertir Los Príncipes en un parque rural de interés insular, ponga en valor de una vez nuestro escaso patrimonio histórico, proteja lo que Los Realejos puede ofrecer que es naturaleza y agricultura y conviértanlo también en un recurso turístico, disminuya la presión sobre el territorio con las políticas agresivas de urbanización que lamentablemente ha caracterizado a éste y otros municipios en las últimas décadas, etc. Dejen de engañarnos con supuestas plazas públicas, como la que se inaugurará cuando se acerquen las elecciones, cuando todos sabemos que es el precio que hay que pagar por la urbanización de la zona hasta la carretera general. Y cuando hayan construido una oferta real entonces inviertan en su promoción. Mientras esto no se haga seguiremos asistiendo a la dilapidación de recursos económicos sin retorno alguno. Si se quiere potenciar el comercio local habrá que hacerlo con la concurrencia de todos los comerciantes y no con las ocurrencias de una concejala.

En definitiva, lo que ha puesto de manifiesto el MV San Agustín es que la ceguera y la obcecación política tienen un costo para la ciudadanía. Que “el todo para el pueblo pero sin el pueblo” que practican nuestros gobernantes es un eslogan ineficaz y desfasado, que puestos a ahorrar por aquello de la crisis podrían, en un gesto de coherencia, suprimir el área de Participación Ciudadana, y que para gobernar en estos tiempos no basta con ganar unas elecciones o muñir un pacto u otro, hay que llenarse de legitimidad todos los días y sobre todo, como dice el filósofo Javier Gomá, hacer un ejercicio constante de “ejemplaridad pública”.

Y no queremos acabar, para que no se diga, sin un ejercicio de autocrítica. Tenemos lo que nos merecemos. La gran mayoría de los ciudadanos nos hemos acostumbrado al dejar hacer, a no meterse en política, que para eso están los políticos. Más de treinta años después de que se instaurara la democracia en nuestro país sigue existiendo un miedo enorme a opinar, a discrepar, a significarse. Claro que la clase política ya se ocupa de que esto sea así. Si alguien se mueve ya está la maquinaria mediática dispuesta a triturarlo y las bases del partido a hacer el oportuno pressing. Vivimos una época en la que gran parte del movimiento vecinal ha dejado la reivindicación para centrarse en el ocio. A cambio del local o del equipo informático, se sobreentiende que el papel de la asociación vecinal es la de salir en la foto, convenientemente satisfechos. En este contexto no es de extrañar que cualquier intento de construir una vía ciudadana, no partidista, sea realmente difícil. Nosotros, no nos importa reconocerlo, no lo hemos conseguido. Pero, al contrario de lo que sucede con quien se presenta a unas elecciones, en este caso no son los votos lo que cuenta sino la veracidad y la calidad de las propuestas y afirmaciones que se plantean. Y de esta experiencia sí estamos especialmente satisfechos en el M Vecinal San Agustín.

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