martes, 2 de febrero de 2010

ARCHIPIÉLAGO GULAG,

HABLA LA TIA TULA

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez

Vaya por delante que a mí lo de la cadena perpetua revisable me parece bien. Más que bien. ¡Está tardando en cobrar fuerza! Lo que no me gusta es la manía que tenemos de llegar a las a manos, a los palos, y al odio ancestral, cada vez que nos ponen delante un asunto para poder opinar. Acertadamente lo recuerda José María Carrascal en el ABC: “Como si no tuviéramos ya bastantes disputas, los españoles nos hemos enzarzado en otra sobre la cadena perpetua, con el ardor que solemos poner en ellas, tal vez porque toda controversia termina siendo religiosa entre nosotros, no importa si los que intervienen lo sean o no. Ello significa intercambiar dogmas, no argumentos, y la casi imposibilidad de acuerdo”.

Es la constante caída en el barbarismo lo que me descoloca. No me produce dolor de cabeza la opinión contraria a la mía. Es más, la deseo, la busco, la propicio, la aplaudo, le entrego todo el espacio necesario para que se sienta libre y protegida.

Pero el español, el de la calle, el que supuestamente habla igual que Esperanza Aguirre, prefiere deslizarse por el precipicio de la salvajada verbal y corporal. ¿Qué hemos aprendido durante estos años de “convivencia pacífica”?

La cadena perpetua es un hecho en otras democracias europeas. Nadie se rasga las vestiduras ante ella. Aquí sí, aquí todo lo que vaya en contra de la cultura del optimismo antropológico, suena a franquismo, a España inmisericorde y cavernosa.

Yo no quiero criminales en las calles. No quiero que con mi dinero se juegue a salvar almas que no existen. No quiero el despilfarro en políticas absurdas que protegen más al hijo de puta (esta vez con nombre y apellido si me lo piden) que al inocente pagador de tributos.

La demagogia, la peor, la más sangrante y la más estridente, es aquella que empieza por negar que tengamos el derecho a defendernos de los bárbaros. Que hay legitimidad para sacudirnos de encima la amenaza del asesino.

La reeducación y la reinserción están bien para conseguir una magnífica foto de la sociedad española. Yo creo en esas aspiraciones, pero por creer en ellas no voy a dejar de otorgarle prioridad a la defensa de los derechos de las personas de bien.

Otro aspecto de la realidad nacional que nos oprime es el que nos informa de que en enero el paro aumentó en más de 120 mil personas. Oficialmente, la cifra de desempleados supera con amplitud los 4 millones. El Gobierno se enfrenta a la peor crisis económica, financiera, laboral y social que ha vivido España en su historia. Si a ese mal se une la flagidez de la actuación de la oposición conservadora, el panorama de la patria se me antoja gravísimo.

Y en la sucesión de malas noticias para Zapatero, llega la que sin duda le preocupa más. Obama dice a través de uno de sus muchos voceros, que no habrá encuentro en Madrid. Otro fiasco para el “carismático ZP”, que desde su intervención en Davos, se ha ganado la enemistad de muchos prohombres.

Es lo que tenemos. No hay más. Es la cruda, dura y sucia realidad de una nación desengañada, cansada y entregada a la bartola.

Aznar lo dice sin cortase un pelo, “España ha vuelto a la segunda división europea”, añadiendo, “Zapatero tiene una triple responsabilidad, consistente en haber paralizado las reformas económicas, haber negado la crisis e incluso descalificado a quienes proclamaban su existencia, y haber tomado decisiones profundamente equivocadas”. Pero, claro, el que habla es de derechas, y eso, en un país ilustrado como el nuestro, es como si se tuviera en cuenta la opinión de La Tía Tula, pobrecita, y que Dios nuestro Señor tenga en la gloria.

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