sábado, 13 de febrero de 2010

VILLEROS ILUSTRES,

Don Bernardo Cólogan Fallón

ARTÍCULO DE: Bruno Juan Álvarez Abréu


Nació en el Puerto Orotava el 8 de septiembre de 1772, siendo bautizado el 13 del mismo mes en La Parroquia de Nuestra Señora de la Peña de Francia, siendo su padrino Bernardo Cólogan y Valois. Bernardo Cólogan Fallón era el hijo mayor de Tomás Cólogan Valois y de Isabel María Fallón y Gante. En esa época sus padres vivían en las denominadas casas principales, en la Plaza de La Iglesia o de la Pila, es decir el Hotel Marquesa en la actual Calle Quintana. Después de estudiar en la Orotava, en el Instituto Viera y Clavijo, antiguo convento de Santo Domingo, se trasladó al Colegio Real de Navarra, en la Universidad de Paris, así como en Inglaterra y Holanda donde recibió una excelente educación, y la naturaleza le favoreció dotándole de un carácter muy amable y popular, así como de buena persona. Tras finalizar en el Colegio Real de Navarra en 1788, su tío Juan le busca otro colegio en Londres, donde el residía, para tratar de inculcar en Bernardo los principios del negocio familiar. Tras ir a los balnearios del sur de Inglaterra, llega Londres el día 1 de octubre de 1788. Por aquellos días Bernardo estaba enfermo, y su tío, por cartas a sus hermanos recomienda que este vaya a Ramsgate a iban su mujer sus hijas, así lo recomendaban los médicos. Tras sus estudios regreso a Tenerife en 1794, con la intención no de dedicarse al comercio como su padre sino a asuntos literarios y artísticos. Es probable que en esos años fuera hubiera aprendido y luego perfeccionado su formación musical y su técnica violinista, probablemente son suyas algunas composiciones que se encuentran en el Archivo Zárate Cólogan, pues estas las firmaba de forma manuscrita “Scripsit Cólogan”. En 1795 y a la edad de 23 años, escribió un poema latino en honor del sabio e ilustrísimo obispo de estas islas Antonio Tavira y Almarán, por ser prelado sabio que apreciaba y promovía la instrucción. Al año siguiente de 1796 presentó Bernardo a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife una biografía de Antonio Benavides y González de Molina, Teniente General que fue de los Reales ejércitos y natural de la Isla de Tenerife, titulada Elogio del Comandante General Benavides, “en virtud del premio ofrecido en 7 de marzo de 1795 aún sin señalar en el año de 1796”. A partir de 1799 comienza a participar más activamente de la vida política del Puerto de La Cruz. En 1800 se le nombra Síndico Personero con veintitrés años siendo Alcalde Juan de Las Nieves Ravelo y a finales de 1803 se le nombra Alcalde del Puerto de La Orotava, cargo que desempeña durante el año 1804. En ese tiempo propició una implantación de una escuela a su costa, e innumerables pavimentos de las calles del puerto, siempre a su costa. El pueblo le nombró Alcalde Real consecutivamente los años 1804 y 1805. En 1807 y 1808 se le nombra Alcalde del Agua y en 1809 nuevamente Sindico Personero. Promovió generosamente la ilustración y policía de su pueblo, en lo cual invirtió crecidas sumas. También introdujo muchos libros útiles para adelantar la instrucción primaria. Fue miembro de la junta Gubernativa de Tenerife en 1808 y personero en 1810, al tiempo que la sublevación del populacho del puerto contra dos franceses que asesinaron inhumanamente, uno de ellos escribiente de Bernardo, con cuyas atrocidades su animo tuvo que padecer, y su bolsa, que vació varias cantidades con que atendió al Ayuntamiento para las urgencias que se presentaban. Su riqueza y relaciones comerciales le proporcionaron tratar con Europa con algunos personales notables, tales como Humboldt en junio de 1799 y Bory de Saint-Vincent en 1802, en cuyas obras se le menciona reiteradamente por su hospitalidad y su alto grado de preparación intelectual En octubre de 1811 se recrudece en el Puerto la epidemia de fiebre amarilla o vómito prieto, y Bernardo Cólogan toma parte en “socorrer con carnes y vituallas al pueblo epidemiado”. Entonces debió marcharse a La Laguna; y desde allí siguió ayudando como pudo “a sus desdichados convecinos”. Allí, en la ciudad de los Adelantados, contraería matrimonio el 23 de enero de 1812 con Maria del Rosario Bobadilla de Eslava y Pery, natural de Cádiz. En su casa de la Plaza de la Concepción número 13, nacería el 28 de febrero de 1813 el único fruto de este matrimonio, Tomás Fidel Cólogan y Bobadilla. En el mes de julio de ese año de 1813, Bernardo decide marchar a Inglaterra para atender su salud, ya en muy mal estado por la gravísima enfermedad llamada entonces “sangre de espaldas” y que es el tristemente famoso carbunco. Y allí fallecería el 14 de abril de 1814.

ATAQUE DE UNA ESCUADRA INGLESA AL PUERTO DE SANTA CRUZ DE TENERIFE EL 25 DE JULIO DE 1797
Continuando con las nominaciones se propone para el grado de capitán, a Don Manuel Nádela, teniente del real cuerpo de ingenieros; Don Vicente Siera, (a este teniente, con don Francisco Grandy, teniente de milicias, creemos que fueron los verdaderos artífes por parte española de la defensa de la plaza); el teniente Don José María Calzadilla, en funciones de ayudante de ordenes del general; Don Esteban Benítez de Lugo, capitán del regimiento de milicias de Garachico; Don Francisco Jorva, teniente del mismo regimiento; don Laureno Araus, teniente de cazadores del regimiento de Güímar; Don Patricio Madan, capitán de milicias agregado al real cuerpo de artillería; Don Francisco Grandy, teniente de las propias milicias, a quien se recomienda le sea asignado el sueldo de teniente efectivo del real cuerpo de artillería, y el capitán de milicias Don Diego Fernández Calderín, gobernador del castillo de San Juan.

Se pide el grado de teniente para Don José Feo de Armas, teniente de milicias agregadas al real cuerpo de artillería; don Juan Jaques, teniente del regimiento de milicias de La Laguna; Don Simón de Lara, subteniente del mismo cuerpo; Don Juan del Castillo, subteniente del regimiento de milicias de la Orotava, y el subteniente Don José Dugi, cadete del batallón de infantería de Canarias.

Son propuestos para el grado de subtenientes: Don Pedro Pérez Barrios, subteniente del regimiento de milicias de Güímar; Don Dionisio Navarro y Don Nicolás de Fuentes, subtenientes del de La Laguna; Don Carlos Carta, don Francisco Buitrago y Gaspar Fernández, cadetes del batallón de infantería de Canarias, y Ramón Castillo, sargento primero del regimiento de Cuba.
Según el general Gutiérrez, son acreedores a un escudo de ventaja al mes, los sargentos primeros del batallón de infantería de Canarias Juan Arteaga y Cayetano Curbélo, y los sargentos segundos del mismo cuerpo Juan Antonio López y Manuel Barrios, a don Diego Correa, cabo primero del regimiento de milicias de Güímar, además se le propone para su agregación como subteniente a dicho regimiento a la primera vacante.

Al alférez de fragata graduado Don Carlos Adán, capitán del puerto de Santa Cruz, se le propone para el grado de alférez de navío, y al piloto de primera examinado, don Nicolás Franco Cordero, y los de segunda, Don José Agustín García, Don Diego Costa y Don Juan de Herrera, que estuvieron encargados de los cañones violentos, y que se destacaron en la acción manejando dichos cañones, se solicita alguna gracia, confiada en la benignidad de rey, para estimulo de los demás.

También se solicita el grado de comisario de guerra con medio sueldo, para el capitán de milicias don Guillermo José de los Reyes, secretario del gobierno y la comandancia general, a juicio de Gutiérrez “quien con recomendable espíritu y patriotismo acudió a los puestos de más riesgo animando con su exemplo y expresiones a la tropa”¿?

Es cuando menos significativo, el hecho de que algún historiador escriba sobre la supuesta valerosa participación en la defensa de la plaza llevada a cabo por las tripulaciones de los navíos surtos en la bahía (la fragata de la compañía de filipinas, y el correo español), cuando en realidad las dotaciones de éstos buques estaban excesivamente ocupados en proteger y salvaguardar a sus propios barcos, y sus mercancías, sin que interviniesen en la contienda, exceptuando los cañonazos de aviso cuando los ingleses iniciaron el desembarco.

Muchas son las prebendas que solicita el general, la mayoría de las cuales fueron rechazadas por la corona, y que nos hace pensar en el siguiente dicho popular: "Cuando la limosna es grande, hasta el Santo que la recibe desconfía". Si los jefes y oficiales de los reales ejércitos y de las tropas regladas, mencionados en la larga lista de solicitud de ascensos y recompensas, más los otros muchos que no figuran en la misma, hubiesen tenido la pericia, el valor y la intrepidez, exigibles en cualquier época a quienes hacen de la carrera de las armas su medio de vida, cabe pensar que tal número de jefes, oficiales y suboficiales, debieron bastarse por sí mismos para contener el desembarco de los ingleses. Pero es una constante histórica el que la metrópoli en su afán por mantener contentas a las clases relevantes de sus colonias, siempre se ha mostrado pródigas en concederles privilegios y prebendas (en unas ocasiones graciosamente, y en otras, vendidas a buenos precios), especialmente en la carrera de las armas, creando así un cuerpo de jefes y oficiales de opereta, resultando la mayoría de ellos inútiles en una verdadera confrontación bélica, pero a los cuales los vistosos uniformes, les iba muy bien para lucirlos en salones de bailes y en las paradas militares que acostumbran celebrarse con motivo de las festividad des de los Santo de sus respectivos lugares de residencia.

El número de jefes, y oficiales, destinados en la plaza de Santa Cruz, y en la capital de la isla (La Laguna), es totalmente desproporcionando con relación al número de tropas reales y regladas con que contaba la isla. Como ejemplo veamos los efectivos de tropas con que contaba la guarnición y que participaron en la defensa.

TROPAS REALES Y REGLADAS:
Batallón de Canarias. . . . . . . . .. 247 hombres (incluidos los mandos)
Banderas de la Habana y Cuba. . 60 " " " "
Artilleros Veteranos. . . . . . . . . 387 " (incluidos los artilleros de Milicias agregados)

TROPAS DE LA ISLA:
Cazadores provinciales. . . . . . . . ... 110 hombres (mandos incluidos)
Milicias de La Laguna y la Orotava. 330 " " "
Rozadores de La Laguna . . . . . . . . 245 " " "
Franceses Voluntarios . . . . . . ... ... 110 " " "
Pilotos y paisanos auxiliares.......... 180 " " "

TOTAL TROPAS REGLADAS: 694 HOMBRES

TOTAL TROPAS DE MILICIAS: 755 HOMBRES
Hay que tener en cuenta que tanto el batallón de Canarias, como el real cuerpo de artillería, contaban con un importante número de agregados procedentes de la milicias Canarias, siendo por tanto, los efectivos de las tropas regladas sensiblemente inferior a los registrados. Los rozadores y paisanos que fueron la mayoría de los que intervinieron en la batalla, no los hemos incluidos por ser muy difícil su cuantificación.

Entre el círculo de adeptos del general Gutiérrez, no debió encontrarse el teniente coronel de milicias, Marqués de La Fuente de Las Palmas, pues siendo el primer jefe miliciano que se desplazó al frente de la tropa al campo de operaciones para contener al enemigo en las alturas de Paso Alto, donde mantuvo una actuación digna hasta que cumpliendo ordenes del general se reintegraba a la plaza cuando sufrió una caída del caballo que le obligó a retirarse del teatro de operaciones, no figurando, quizás por esta razón, en la nómina de ascendibles propuesta por el general Gutiérrez. Tampoco debió contar con las simpatías del general, el capitán comandante de la fragata francesa "La Mutine"(La Pícara), pues siendo persona que desde los primeros momentos se destacó participando en los enfrentamientos con los ingleses, como verdadero voluntario -llevado por su afán de servicio pidió tropas al general para impedir el reembarque de los británicos por la playa del Bufadero, petición que Gutiérrez desestimó - quizás por aquello de que a enemigo que huye, puente de plata, es olímpicamente olvidado por el general y sus asesores, resaltando en cambio la actuación del teniente Faut.
Otro de los personajes cuya actuación ha sido controvertida, fue Don Bernardo Cólogan Fallón a quien unos autores nos lo describen con una espada en la mano luchando contra los ingleses, otros lo ven rasgando su camisa y vendando a un enemigo herido y en fin, otro nos lo presenta escondido en un almacén según el testimonio de un criado del Sr. Cólogan, versión esta última que creemos la más fiable.

Veamos la visión que de los hechos nos ofrece historiador portuense Agustín Álvarez Rixo.
“... Distinguióse por su caridad personal el joven don Bernardo Cólogan Fallón que se hallaba a la sazón en dicha plaza de Santa Cruz, con objeto de poner a salvo algunos caudales que allí tenia su casa. Este señor socorrió a los heridos con sus propias manos, haciendo tiras de sus propias ropas para vendarlos. En algunas copias M.S. de la hermosa oda compuesta en tan memorable ocasión, por el señor don José Viera, se celebran estas buenas acciones; aunque es cierto que en el impreso no se dicen... La circunstancia que vamos a referir no está puesta en los acuerdos pero la hemos oído a los que representaron en ella. El Comandante General don Antonio Gutiérrez pidió al Alcalde Mayor de la Orotava Licenciado Minovés, algunos hombres para la artillería y éste señaló al Puerto diez. Opúsose nuestro Alcalde Real en unión de los vecinos alegando en favor de los pobres: que unos eran milicianos, otros artilleros, otros barqueros y no había mozos. Apretaba Minovés y los jóvenes visibles como don Bernardo Cólogan Fallón, don Mateo Commins, don Domingos Nieves, etc. Tomaron la resolución de pasar a Santa Cruz y presentarse al General para que viese los únicos que había creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes, les respetase y al pueblo en su nombre, mandándoles, restituir a sus casas. Más no fue así, séase porque ya estuviese prevenido por algunos chismes de la vecina Villa o porque S.E. hallaba de mal humor, lo cierto fue que les tuvo esperando en el patio largo rato. Al fin se les presentó en gorro y bata, les mandó a la mi..., les llamó amotinados, les izo ir al cuartel de artillería y algunos como fue el caso Cólogan, llegó el caso de hacer guardia en una batería, Y para restituirse a sus casas tuvo cada cual que dejar un hombre pago. Esta fortaleza de genio mostró su S.E. con estos vecinos jóvenes, bien criados, cuando para la defensa de Santa Cruz dicen fue necesario que los isleños y extranjeros a nuestro servicio le sostuvieran el ánimo”.

El que las prebendas solicitadas por el general Gutiérrez, estaban dictadas más por sus intereses y simpatías personales, y en función del extracto social de quienes intervinieron en la contienda, nos lo muestra el trato dado al cabo del regimiento de Güímar Don Diego Correa, el cual estaba destinado en la batería de la Concepción, de quien ya hemos hablado, éste en el momento del desembarco de los ingleses por la playa de la Caleta, animó a sus hombres, y descalzándose sobre la playa, arremetió contra los invasores y en breves minutos, cautivó a 17 soldados ingleses, que entregó personalmente en el castillo de San Cristóbal, además de varias armas, un cañoncito de campaña y una caja de guerra, arrebatados a los enemigos. Es posible que fuese el cabo Correa, quien se hizo con la bandera ya que fue precisamente en la playa de las Carnicerías, donde desembarcaron las tropas provenientes de la fragata Emerald, al mando del capitán Thomas M. Waller. Esta bandera que lleva grabado el nombre del navío de donde procedía, trofeo del que tan justamente nos sentimos orgullosos los canarios, hoy en día, se exhibe en un museo militar español, con otros objetos ganados por nuestras milicias a los invasores ingleses.

La recompensa propuesta para el heroico Cabo Correa consintió en un ducado de demasía y la agregación al regimiento de infantería de Canarias "en cuanto se produjese una vacante", como subteniente. Cabe preguntarse ¿por qué tan parca recompensa para un cabo que cumplió mucho más allá de su deber, y tan elevada para un teniente cuyos méritos fueron manifiestamente inferiores? ¿Sería debido a que uno era un Canario "de a píe" y el otro un empleado de la metrópoli? Entendemos que si en la denominada gesta del 25 de Julio, hubo algún héroe, éste fue el cabo del Regimiento de Güímar Don Diego Correa.

Otros colectivos que tomaron parte activa y eficiente en la defensa de la plaza, y que no fueron debidamente invitados al gran baile de las prebendas, fueron los marineros franceses y los pilotos, aunque a para éstos últimos se solicito un ducado de demasía, pero que creemos que la real tacañería, les privó de ellos.

La corona española tuvo a bien, haciendo gala de la piedad y magnanimidad real, conceder algunas modestas pensiones a las viudas y huérfanos que dejaron aquellos canarios que perdieron la vida en defensa de las reales posesiones españolas en Canarias y de los caudales en ella transitoriamente depositados.

LAS INTENCIONES DE NELSON AL ATACAR LA PLAZA DE SANTA CRUZ DE TENERIFE

Es una constante en mayoría de los historiadores que han venido tratando el tema del ataque de Nelson a la isla de Tenerife, son unánimes al afirmar que se desconocen los verdaderos motivos que impulsaron al vicealmirante a emprender la aventura. Entre los autores que sostienen esta tesis figura el ilustre y anciano catedrático de historia Don Antonio Rumeu de Armas, quien en su monumental obra Canarias y el Atlántico, así lo afirma. (Tomo III. Segunda parte) Por ello no deja de sorprendernos que el ilustre director de la Real Academia de la Historia en un prólogo a la obra de los escritores don Luis Cola Benítez y don Daniel García Pulido, titulada La Historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales, nos dice textualmente: “El plan de Nelson, aunque no expresamente declarado, tenía como último objetivo implantar la soberanía de la Gran Bretaña sobre la isla de Tenerife, ocupando Santa Cruz como primer paso. El águila inglesa nunca abría las garras después de capturar una presa. Recuérdese el caso de Gibraltar, Las Malvinas, Santa Elena, El Cabo, etc.” No es frecuente que el Sr. Rumeu haga este tipo de afirmaciones sin basarse en documentos fidedignos, pero en este caso no cita ninguna fuente en que basar su aserto, por lo que nos da la impresión de que el prestigioso catedrático intenta contentar a alguien, tomando una aptitud de adivino del pasado, aptitud a la que por otra parte suele ser bastante reacio. Continua narrándonos las instrucciones dadas por Nelson para la toma de la plaza de Santa Cruz, y más adelante nos sorprende de nuevo con otra afirmación: “...Y en el mensaje para el Comandante general, del que hizo depositario a Troubridge, se adivina el objetivo último de reemplazar la soberanía de España. Véanse algunos de los párrafos: "la guarnición depondrá las armas (y) será transportada a España”;...Examinamos con el máximo interés el documento en cuestión y no encontramos en su contenido ningún párrafo que haga mención a que las tropas una vez entregadas sus armas serían transportadas a España. Por otra parte, el único paralelismo entre Gibraltar y Canarias es que ambos territorios fueron usurpados a sus legítimos poseedores por las fuerzas de las armas, y que ambos continúan al presente siendo colonias, aunque en el caso de Gibraltar, esta situación fue refrendada por la corona española en los tratados de Utrecht, suscritos entre 1713 y 1715, extremos que no menciona el Sr. Rumeu de Armas en el referido prólogo.

Es sorprendente esta casi total coincidencia en estos autores, que manejando documentación original de la época, y en algunos casos inéditos en su momento, osen sostener que las intenciones que movieron al vicealmirante continúan siendo una incógnita.

Posiblemente estos autores al mantener estas aseveraciones lo que realmente pretenden, es mantener el mito de que la isla sufrió una invasión por parte de una gran potencia, dirigida por el mejor estratega de su época, manteniendo así el axioma de que cuando más notable es la figura del –en este caso supuestamente vencido- mayor es la gloria que se abrogan los supuestos vencedores, y esto es así hasta el punto de que estos historiadores se refieren al vicealmirante dándole el tratamiento de contralmirante, grado que Nelson alcanzó bastante tiempo después del fallido intento de saquear los caudales de la corona española existentes en plaza de Santa Cruz de Tenerife.

Los verdaderos propósitos a Nelson a realizar un ataque corsario a la plaza de Santa Cruz, están claramente expuestos por el propio vicealmirante en la carta de intimidación que éste quería hacer llegar al comandante de la plaza, en caso de que la toma de la fortaleza de Paso Alto, hubiese sido efectiva conforme a los planes que había elaborado. Frustrado el intento del Bufadero, como sabemos, la misiva no llegó a manos de Gutiérrez como se había previsto, quizás fue esta imposibilidad de comunicación en un primer momento, lo que impulsó a Troubridge a enviar las dos primeras embajadas al general Gutiérrez, con las propuestas que conocemos y básicamente se centran en el contenido de la mencionada carta. Quizás éstos ultimátum debía hacerlos llegar el propio Nelson, después de que se llevara a cabo la cita que tenía concertada con sus hombres para las tres de la madrugada en la plaza principal, pero como ya sabemos, un casco de metralla le impidió al vicealmirante acudir a la misma.

Es bien sabido que los actos de corso y de piratería, eran habituales en las marinas reales europeas en tiempos de guerra y aún fuera de ellos, existen sobrados ejemplos de estas actividades llevadas a cabo por las armadas españolas, portuguesas, inglesas, francesas y holandesas, e incluso notables familias del Archipiélago ejercían esta actividad enmascarándola bajo la apariencia de comerciantes o mercaderes, extremo éste que esperamos tratar en otro artículo.

Analicemos el contenido de la tan mencionada carta, en ella veremos que no existe incógnita alguna sobre las intenciones del vicealmirante:

"Teseo, 20 de Julio de 1797.

Señor.

Tengo el honor de participaros que he venido aquí para exigir la inmediata entrega de la fragata "Príncipe de Asturias", procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la compañía de Filipinas, con su cargamento completo, y así mismo todos los demás cargamentos semejantes que hayan sido desembarcados en Tenerife y no sean para el consumo de sus habitantes."

En esta primera parte de la carta, se expone con claridad meridiana cuales eran las verdaderas intenciones de Nelson al atacar la plaza, como se puede apreciar no se trata de una expedición de conquista, sino simplemente de una acción de corso, en busca de unos supuestos tesoros procedentes del vireynato de México, además de los contenidos en la fragata de la compañía de Filipinas. El almirante Jervis, había recibido información de sus espías sobre la existencia de los supuestos tesoros en la isla, lo que le motivó para apoyar a Nelson en su expedición.

Debemos destacar la puntualización que hace Nelson en sus exigencias al separar de ellas los cargamentos destinados al consumo de la población. Esta actitud pone de manifiesto que no quiere infringir daños innecesarios a los habitantes de la ciudad y de la isla, mas adelante continua empleando un tono más severo, acorde con la importancia de sus exigencias y en un lenguaje propio de situación de guerra. "...y siendo mi mayor deseo que ningún insular sufra por las consecuencias de mi petición, ofrezco las siguiente honrosas condiciones, que espero que admitáis, pero si las rehusáis, todos los horrores de la guerra que recaerán sobre los moradores de Tenerife serán imputados por el mundo a vos, a vos únicamente, pues destruiré a Santa Cruz y a las demás plazas de las islas por medio de un bombardeo, exigiendo además una fuerte y pesada contribución."

No nos cuesta mucho imaginarnos la reacción que hubiese producido en el ánimo del general la recepción de esta misiva de haber llegado a sus manos, a continuación Nelson expone el resto de las condiciones.

Articulo 1. º Deberán entregarme los fuertes, poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.
Artículo 2.º La guarnición depondrá las armas, permitiéndose, sin embargo, a los oficiales que conserven sus. Espadas.
Artículo 3.º Con tal de que se cumpla con el primer artículo de que se me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución, pues, al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades.
Artículo 4.º No se ejercerá intervención alguna en la Santa Religión Católica; sus ministros y todas sus Ordenes regulares estarán bajo mi especial cuidado y protección.
Artículo 5.º Las leyes y magistrados vigentes continuarán como hasta aquí, a no ser que la mayoría de los isleños deseen otra cosa.
Aceptado todos estos artículos, los habitantes de Santa Cruz depositarán sus armas en una casa al cuidado del obispo y del primer magistrado, siendo muy honorífico para mí el consultar con estos señores sobre todas las ventajas que puedan proporcionar a los habitantes.

Dentro de media hora espero la aceptación o repulsa.

Horacio Nelson"

Con la exigencia del primer artículo, Nelson pretende dominar los fuertes, y así conseguir que la rada sea segura para anclar en ella sus navíos mientras proceden a la estiba de los cargamentos que supone se encuentran en la plaza o en la ciudad de La Laguna.

En cuanto al segundo artículo, es lógico que pretenda que sus tropas puedan actuar sin temor a una posible represalia por parte de tropas armadas, sin embargo se deduce que pretende tener una convivencia pacífica con los habitantes de la ciudad durante la esporádica ocupación, al permitir que los oficiales porten sus espadas, simbolizando así más un acuerdo que una rendición.
En el tercer artículo, se garantiza la seguridad de las personas y propiedades, este extremo fue cumplido unilateralmente durante la estancia de las tropas británicas en la ciudad, pues a pasar de haber ocupado el convento de Santo Domingo y un almacén de víveres, no se registraron por parte de los ocupantes actos de saqueo o pillaje ni en estos edificios ni en el resto de los de la plaza a pesar de “Estando como estaban sin víveres y cansados por los muchos trabajos del desembarco y posteriores luchas”.

En cuanto al contenido del cuarto artículo, recordemos que los frailes Dominicos, no sufrieron ningún tipo de vejación, por el contrario el superior y maestro de la comunidad, se prestaron voluntariamente hasta el castillo principal a acompañar la embajada negociadora.

El contenido de la carta no deja de ser sugestivo, si conocimiento de la mismas hubiese llegado a la “mayoría de los isleños” en esas líneas el vicealmirante deja entrever la posibilidad de un cambio en las estructuras dominantes en el momento, cambio que en todo caso no hubiese sido posible, pues exceptuando a los comerciantes, las denominadas fuerzas vivas de la ciudad, estaban formadas por los empleados de la metrópolis.

RESUMEN

En los proyectos del vicealmirante Nelson al iniciar la expedición contra la plaza de Santa Cruz, no figuraba la conquista y ocupación permanente de la isla, tal como nos lo quieren hacer creer algunos historiadores que están altamente comprometidos con el sistema imperante en nuestras islas. El objetivo único de la expedición era económico, y pretendía mediante un golpe de mano, apoderarse de los supuestos tesoros del rey de España, incluido naturalmente el cargamento de la fragata de filipinas, en ningún caso, esta operación de corso iba dirigida contra las vidas o los bienes y caudales de los habitantes de la isla.

El comportamiento observado por la mayoría de los jefes y oficiales españoles, con su general al frente, así como la de algunos de las milicias, y de las tropas regladas fue bastante deplorable.
Queda ampliamente demostrado que quienes de verdad hicieron frente a la situación desde un principio fueron las tan denostadas Milicias Canarias, las cuales prácticamente desarmadas, supieron hacer frente a un enemigo mucho mejor armado y entrenado.

La realidad es que, los vencedores en esta acción –si es que los hubo– fue el pueblo de Tenerife, y por extensión, todo el pueblo canario.

No existió la tan propagada derrota de los ingleses, y sí un fracaso en sus planes de apoderarse de los caudales del rey. Según el RAE que tengo a la vista, la palabra derrota la define en su segunda acepción como: Vencimiento completo de un ejército seguido generalmente de fuga desordenada. En la retirada de las tropas inglesas no se dio ninguno de estos supuestos, por el contrario, las fuerzas se retiraron con su armamento, tambor batiente y banderas desplegadas, desfilando marcialmente y flanqueadas en su marcha hacía el muelle por las tropas Canarias las cuales rindieron honores.

Tenemos que admitir que, el ataque efectuado por los británicos a Santa Cruz, fue uno de los más civilizados de los que tiene noticias la guerra moderna.

En un libro publicado con motivo del supuesto quinto centenario de la fundación del poblado de pescadores que en sus orígenes fue la hoy ciudad de Santa Cruz de Tenerife, y decimos supuesto porque entendemos que no puede fundarse lo que ya está fundado, pues el lugar que hoy ocupa la ciudad existía un importante núcleo de población guanche. Este lugar denominado por sus pobladores Añaza o Añazu, fue el lugar elegido por el bandolero Alonso Fernández de Lugo y su cohorte de mercenarios, para realizar la primera invasión de la isla de Chinet o Tenerife, y también donde llevó a cabo su primera razzia "oficial"de esclavos guanches, -mujeres, ancianos y niños– (pues los hombres adultos se estaban aprestados para la defensa de su Patria), precisamente en los asentamientos de Añaza ubicados en los lugares que al día conocemos como "las Asuncionistas" y "Montaña Guerra".

Volviendo al libro citado (de excelente elaboración, pero que da la impresión de estar escrito por encargo), su autor nos dice que Nelson no bombardeo la plaza porque los cañones de que estaban dotados los navíos, eran de tiro raso, aptos solamente para la guerra en el mar, nosotros que somos legos en temas militares, pero que tenemos cierta capacidad para pensar, nos preguntamos: ¿es posible que una división naval compuesta en su mayor parte por navíos que tres años antes, habían bombardeado y ocupado las ciudades de Bastia y Calvi, en la isla de Córcega, a las ordenes de Nelson, no estaba preparada para bombardear la plaza de Santa Cruz?
Quienes reprochan al general Gutiérrez, el no haber sabido sacar provecho a la "victoria" sobre los ingleses, están cuestionando precisamente una de las decisiones correctas tomada por el general y su plana mayor. Estos eran conscientes de que 575 hombres bien adiestrados y hechos fuerte en el convento, eran un enemigo temible para unas fuerzas como las Canarias que, aunque superior en número, eran bisoñas y casi desarmadas, por otra parte, el lugar donde estaban parapetadas las tropas británicas no era apropiado para el uso de la artillería por parte de las milicias, única arma realmente eficaz conque contaban los defensores de la plaza, los cuatro cañones violentos con que contaban las fuerzas sitiadoras serían pocos eficaces contra los muros del convento, y hay que tener en cuenta el carácter sacro del edificio, extremo éste que en la época pesaría mucho en el ánimo de los isleños. Es evidente que en la larga entrevista mantenida en el castillo entre los representantes de las fuerzas inglesas y la plana mayor del mismo, éstos expondrían al general la situación real. Si las milicias continuaban hostigando a los ingleses, éstos prenderían fuego a la ciudad, además harían entrar en acción la artillería de la escuadra, que como sabemos constaba de 393 cañones y que hasta el momento habían permanecido en silencio. Ésta capacidad de fuego de la flota, dotada además de mejores y más potentes piezas que las de la plaza, y manejadas por experimentados artilleros, eran más que suficientes para acallar los fuertes, y además reducir a escombros la Villa de Santa Cruz.

Estos extremos los conocían perfectamente los componentes de la plana mayor del general Gutiérrez, por ello no dudaron un instante en aceptar las propuestas de los británicos para reembarcarse honrosamente, al estar convencidos éstos de que el tan mentado y deseado tesoro de Méjico no había sido desembarcado en la isla, renunciando de paso también al cargamento de la fragata. Ya hemos dicho que la intención de Nelson no era ocupar la isla permanentemente, por ello y por no querer dañar a los naturales, se abstuvo de emplear la artillería de la escuadra, exceptuando las acciones de amago o distracción de la bombarda "Rayo" (una boca de fuego), y el incidente de la fragata desplazada hacía San Andrés por el tiempo Sur dominante, y que tuvo que repeler el ataque de la torre del lugar, acción que produjo un muerto y varios heridos en el Castillo de San Andrés, no por efecto del fuego de la fragata, sino por la explosión de uno de los viejos cañones con que estaba dotado el baluarte.

Nos queda la impresión de que, alguien, algo o algunos, tienen un especial empeño en hacernos "comulgar con ruedas de molino", sobre las que fueron las verdaderas intenciones que animaron al vicealmirante Nelson a efectuar un ataque, a la hoy, Muy Leal, Noble, Invicta y Muy Benéfica Ciudad, Puerto y Plaza de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

(EXTRAÍDO DEL LIBRO INÉDITO DEL AUTOR. MISCELÁNEA DE HISTORIA DE CANARIAS.)

FUENTES CONSULTADAS:

J.Mª.M.H. En: "Enciclopedia General del Mar". Edic. Garrigues, Madrid-Barcelona, 1958

Agustín Guimera Rabina "Victoria Sobre la Escuadra de Nelson". En: Cátedra Cultural "General Gutiérrez", nº 1. Págs. 119 a 145. Edición de varias instituciones. Santa Cruz de Tenerife, 1997.

José Diego Díaz-Llano Guigou. "Cuál fue el comportamiento del General Gutiérrez cuando el ataque del contralmirante Nelson a Santa Cruz de Tenerife". Articulo publicado en "El Día" 25 /7/97. Págs. 18 a la 20, (Separata "La Prensa del Domingo")
Antonio Rumeu de Armas. "Canarias y el Atlántico", tomo III. Edición del Aula de Cultura de Tenerife. 1991 (2ª edición).
Juan J. Arencibia de Torres. "La Victoria del General Gutiérrez sobre el Almirante Nelson". Edición del Autor. .Santa Cruz de Tenerife, 1995.
Elías Serra Ráfols. Acuerdos del Cabildo de Tenerife. Vol. I, 1497-1507
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