martes, 2 de marzo de 2010

ARCHIPIÉLAGO GULAG,

¡CÁLLATE, SIMPLÓN!

ARTÍCULO DE: Lorenzo de Ara Rodríguez

Ay, Señor, dame paciencia. Otórgame la sabiduría de los Salmos. Concédeme la dosis necesaria para asentarme con quietud en la lectura de los Proverbios. Permíteme un descanso milenario en las Epístolas de Pablo. Todo será bueno, oh mi Señor, antes que caer en la jactancia de los malos escribanos, antes que arrojarme por el abismo de los opinadores de esquelético discernimiento.

Sobre todo agradezco tu generosidad divina, porque en ella rechazo la inmunda compañía de las ásperas plumillas que en fiesta de guardar se atreven a preconizar sobre el norte, los pueblos, las infraestructuras y las hediondeces de la política insular.

Ellos que son escoria servicial de una ideología barata, achicada y estéril, ellos que han trabajado a las órdenes de los culpables de tanto retraso y tanta chabacanería, ellos que han perseguido a inocentes, ellos que han escrito disparates y se han perpetuado en el poder de la izquierda rabiosa y sectaria, ellos vienen ahora a practicar una operación invasora en el cuerpo de este norte de Tenerife.

El norte está olvidado y sigue siendo apartado del mapa de las prioridades por una razón de peso. Tenemos los peores gobernantes. ¡Y sufrimos a los lacayos que escriben a diario!

En el Puerto de la Cruz, los peores gobernantes, gracias al voto en las urnas, han salido de la máquina dispensadora de verdades absolutas que es el socialismo.

Han sido y son los socialistas en el Puerto de la Cruz, arrebujados por los comeculos que ahora opinan y sermonean, los que han demolido toda esperanza.

Dame Señor la entereza para que en esta mañana de domingo no vomite. Que otras lecturas me restituyan la calma. Que la tranquilidad se acerca a través de la familia, el paseo, la amistad, la comida.

Nada puedo hacer para que esas manos taciturnas dejen de escribir mentiras y obviedades. Lo que sí puedo conseguir es desahogarme. Puedo señalar con el dedo acusador al torpe, engreído y radical predicador de la izquierda que vuelve a diseminar palabritas en un papel que, inevitablemente, está condenado a la basura.

Cuán harto estoy, oh mi Señor, de la mezquindad profesional. No sé si podré mantener el alejamiento. Lo que te pido, humilde, es que siempre que el chismoso de la izquierda ramplona y dogmática se atreva a dar lecciones, este humilde fracasado se entere de la embestida.

Nunca permitiré que el torpe manejador de la obviedad norteña se postule como sabio narrador de una realidad tan triste como simple. ¡Cállate, simplón!

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