FANTASÍAS DEL MOMENTO...
ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros
ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros
Hoy voy a desvelar, a grosso modo, cuál es el entorno habitual de un sentimental escritor. En mi caso, es como narro en estos instantes. Un transistor sintonizando música buena, de siempre... Una mesa amplia, pinceles y maquetas varias, dos teléfonos, un paquete de galletas corrientes, toda una Línea Draque 404, de radio aficionado, algunos diplomas, un televisor que de momento no funciona, una botella de vino del país, un vaso vacío... Fantasmas hay muchos, están de juerga con los duendes más inquietos que he conocido. Un ramo de esterlicias en jarrón espigado y otro de rosas rojas a mi izquierda, motivo sensual que acabo de pintar en lienso al óleo. Me agrada cómo lo he terminado, sin salirme de mi modestia personal.
Y, ahora qué hago, ¿hay tiempo para más? Supongo que no hay tiempo para mucho más. No tengo tiempo, los días se me hacen cortos y las noches aunque parezcan tan largas, me inquietan. Mas, quisiera dejar algo hecho, aunque mi vida fuera hasta hoy, con sus piruetas estacionarias, normal y haya conseguido superar sus habituales inclemencias, uno nunca está conforme con todo lo conseguido. A pesar de los años, no me resisto a pararme súbitamente. De nada me sirve, me he dado cuenta de ello, echar de menos, con tanta nostalgia, a veces, a mi tierna juventud, y aunque ya vea turbio el estático horizonte, busco más allá con desesperada insistencia y mi intuitiva esperanza me anima y me ofrece nuevas perspectivas y sensaciones olvidadas en lo que emprendo. No cabe duda, que si nos refugiamos en el arte manual, por ejemplo, las personas de edad avanzada hallamos tremendo consuelo. Nada hay más gratificante, entonces, que todos aquello que consigamos "crear" con nuestras manos, a veces temblorosas, pero en lo que queda reflejada la armonía del alma que entonces hayamos puesto en ello.
Me gusta el ramo de rosas que acabo de pintar, hasta, y lo confieso sin rubor alguno, me siento emocionado como un principiante... ¿Para quién será, cuando me ausente definitivamente? Quien fuere, se llevará un trozo de mi alma.
Cualquier cosita que hagamos, con nuestra bella edad, como todo queda uncido de cariño y humildad, le damos el valor de nuestra sensibilidad y del sentimiento que en ello pusimos; y el oro del mundo jamás, podrá superar, por muy chabacana que parezca la obra en sí, el concepto afectivo que merezcamos… Y, así son las cosas del verdadero amor, ese sentimiento natural que nace en uno con afán de dar sin pedir nada a cambio. Así son las cosas del alma, que sólo entendemos algunos, o al menos eso creo, hasta hoy, sin darme cuenta que puedo estar equivocado. Que con ellas podemos llegar al corazón de los demás, porque hay de todo en la viña del Señor, y hay más gentes buenas que malas, de las que formamos parte inexcusablemente.
Siempre, desde mi temprana edad, me gustó estar cerca de los viejos, oírles hablar entre ellos. Cuando comentaban con nostalgia sus vivencias, cuando eran jóvenes; en mi mente veía proyectadas esas enternecedoras escenas y les adivinaba tan distintos, llenos de vida e ilusiones, felices en sus correrías, en sus afanes y decididamente capaces de toda prueba que se propusieran. Hablaban de sus primeros amores, de épocas difíciles, de negaciones y de penas, de fatigas y hasta de hambre. Recordaban la última guerra española y los crueles momentos que vivieron algunos, de las viudas, de los huerfanitos… De tanta crueldad existente, cuando aún eran niños. De aquellos enfermos que no tenían para comprar las medicinas y veían morir a sus seres queridos sin poder ser medicamentados, verles morir resignadamente, cuando otros vivían en la opulencia…Hubo momentos que para mí era muy difícil comprender… Aquellas diferencias entre ricos y pobres; y cuando veían acercarse el cortejo fúnebre de alguien, la gente decía: ¡Fue un rico!..
¡Se llevan a un hombre bueno, pero era un pobre! Todos iban al mismo lugar, el único solar donde bajo tierra conviven en armonía ricos y pobres…Nada es tan cierto ni tan solemne, la materia se confunde, sólo el alma tiene alas para volar y acabar en el lugar merecido… De los viejos siempre aprendí algo bueno, no he olvidado ninguno de aquellos episodios que ellos desgranaban y compartían con los demás. Parece que les estoy viendo, apretando entre sus labios el cigarro, el ceño fruncido y los puños bien cerrados, con la mirada ausente y los ojos vidriosos… Hubo momentos que llegué a sentirme tan viejo como ellos y llegaba a casa apesadumbrado, impotente y con deseos de huir, de salirme de la isla y navegar, irme lejos antes que se me escapara mi corta juventud y al menos, cuando llegara a viejo, poder disfrutar reviviendo con mis amigos, los pocos que me queden, todas aquellas aventuras, aquellas vivencias del pasado, recreándome en ellas, para tener de qué hablar y poder comparar, por supuesto, sin obviar el deterioro sufrido a través de los años, pero nunca sin dejar de valorar lo grande que es el espíritu de las personas, parece que si, pero no envejece tanto, aún podemos presumir de ganas de vivir, que es lo más importante de nuestra existencia. Alargarla lo más que podamos, recordando lo que fuimos, tratando de imitar aquellas gestas y dando la impresión de que aún podemos ilusionarnos y lo que es más importando, contagiar esa ilusión que es el aliento de la vida.
Y, ahora qué hago, ¿hay tiempo para más? Supongo que no hay tiempo para mucho más. No tengo tiempo, los días se me hacen cortos y las noches aunque parezcan tan largas, me inquietan. Mas, quisiera dejar algo hecho, aunque mi vida fuera hasta hoy, con sus piruetas estacionarias, normal y haya conseguido superar sus habituales inclemencias, uno nunca está conforme con todo lo conseguido. A pesar de los años, no me resisto a pararme súbitamente. De nada me sirve, me he dado cuenta de ello, echar de menos, con tanta nostalgia, a veces, a mi tierna juventud, y aunque ya vea turbio el estático horizonte, busco más allá con desesperada insistencia y mi intuitiva esperanza me anima y me ofrece nuevas perspectivas y sensaciones olvidadas en lo que emprendo. No cabe duda, que si nos refugiamos en el arte manual, por ejemplo, las personas de edad avanzada hallamos tremendo consuelo. Nada hay más gratificante, entonces, que todos aquello que consigamos "crear" con nuestras manos, a veces temblorosas, pero en lo que queda reflejada la armonía del alma que entonces hayamos puesto en ello.
Me gusta el ramo de rosas que acabo de pintar, hasta, y lo confieso sin rubor alguno, me siento emocionado como un principiante... ¿Para quién será, cuando me ausente definitivamente? Quien fuere, se llevará un trozo de mi alma.
Cualquier cosita que hagamos, con nuestra bella edad, como todo queda uncido de cariño y humildad, le damos el valor de nuestra sensibilidad y del sentimiento que en ello pusimos; y el oro del mundo jamás, podrá superar, por muy chabacana que parezca la obra en sí, el concepto afectivo que merezcamos… Y, así son las cosas del verdadero amor, ese sentimiento natural que nace en uno con afán de dar sin pedir nada a cambio. Así son las cosas del alma, que sólo entendemos algunos, o al menos eso creo, hasta hoy, sin darme cuenta que puedo estar equivocado. Que con ellas podemos llegar al corazón de los demás, porque hay de todo en la viña del Señor, y hay más gentes buenas que malas, de las que formamos parte inexcusablemente.
Siempre, desde mi temprana edad, me gustó estar cerca de los viejos, oírles hablar entre ellos. Cuando comentaban con nostalgia sus vivencias, cuando eran jóvenes; en mi mente veía proyectadas esas enternecedoras escenas y les adivinaba tan distintos, llenos de vida e ilusiones, felices en sus correrías, en sus afanes y decididamente capaces de toda prueba que se propusieran. Hablaban de sus primeros amores, de épocas difíciles, de negaciones y de penas, de fatigas y hasta de hambre. Recordaban la última guerra española y los crueles momentos que vivieron algunos, de las viudas, de los huerfanitos… De tanta crueldad existente, cuando aún eran niños. De aquellos enfermos que no tenían para comprar las medicinas y veían morir a sus seres queridos sin poder ser medicamentados, verles morir resignadamente, cuando otros vivían en la opulencia…Hubo momentos que para mí era muy difícil comprender… Aquellas diferencias entre ricos y pobres; y cuando veían acercarse el cortejo fúnebre de alguien, la gente decía: ¡Fue un rico!..
¡Se llevan a un hombre bueno, pero era un pobre! Todos iban al mismo lugar, el único solar donde bajo tierra conviven en armonía ricos y pobres…Nada es tan cierto ni tan solemne, la materia se confunde, sólo el alma tiene alas para volar y acabar en el lugar merecido… De los viejos siempre aprendí algo bueno, no he olvidado ninguno de aquellos episodios que ellos desgranaban y compartían con los demás. Parece que les estoy viendo, apretando entre sus labios el cigarro, el ceño fruncido y los puños bien cerrados, con la mirada ausente y los ojos vidriosos… Hubo momentos que llegué a sentirme tan viejo como ellos y llegaba a casa apesadumbrado, impotente y con deseos de huir, de salirme de la isla y navegar, irme lejos antes que se me escapara mi corta juventud y al menos, cuando llegara a viejo, poder disfrutar reviviendo con mis amigos, los pocos que me queden, todas aquellas aventuras, aquellas vivencias del pasado, recreándome en ellas, para tener de qué hablar y poder comparar, por supuesto, sin obviar el deterioro sufrido a través de los años, pero nunca sin dejar de valorar lo grande que es el espíritu de las personas, parece que si, pero no envejece tanto, aún podemos presumir de ganas de vivir, que es lo más importante de nuestra existencia. Alargarla lo más que podamos, recordando lo que fuimos, tratando de imitar aquellas gestas y dando la impresión de que aún podemos ilusionarnos y lo que es más importando, contagiar esa ilusión que es el aliento de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario