PASADO, PRESENTE Y FUTURO DE NUESTRA VIDA
ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros
No hay un lugar más seguro, donde uno pueda ocultar los desencantos sufridos, los mismos desengaños, o aquellos “aldabazos” que ocasionaron tanta desilusión, que no sea nuestra mente. Donde almacenamos tantos recuerdos juntos de aquellas vivencias que han configurado el resumen de cuantos días hemos vivido hasta nuestro presente. A veces intentamos desglosarlos, siempre con deseos expresos, para traer aquellas vivencias específicas y hay ciertos rechazos que nos obligan a cerrar el libro de nuestra historia; hay páginas tan dolorosas que nada íbamos a ganar reviviéndolas, con la evocación, se supone, con el pensamiento, aunque las valoremos íntimamente y las aceptemos, porque han sido lecciones inolvidables que nos enseñaron aquellos caminos que no debiéramos volver andar. Lo importante es haber aprendido esas lecciones, desde todo punto de vista, aburridas, pero en cuanto a eficacia, han dejado esas huellas imborrables de sabiduría o experiencia en nuestro espíritu agradecido.
Mas, no todo, en el dilatado pasaje de nuestra vida, debió haber sido ensombrecido por las negras nubes del desconcierto, hay claros envidiables donde al asomarnos en ellos, aparecen felices encuentros, vivencias íntimas que confortan al alma y que nos llenan de natural regocijo viéndolas proyectadas en ese espectro mental. Horas interminables de bonanza, de paz familiar desde el comienzo de nuestra vida; hasta ir perdiendo tan tiernos episodios, según pasamos las páginas imborrables de esos bellos reencuentros... Cual ánforas rotas llenas de sueños, también la vida va marcándonos pautas irrevocables que sentencian nuestras escasas limitaciones; pero a su vez, nos va obsequiando nuevas concepciones que hacen mitigar, en parte, aquello que, inexorablemente, vayamos perdiendo... Cada etapa de nuestra vida encierra, no sólo dolor, resignadamente; ya que mirando al frente, sentimos la necesidad de hallar de la vida su curso sobrenatural, llegado el último instante.
Sí, descubriremos parajes frondosos, cada vez que los busquemos y tendremos motivos suficientes, como para dar gracias a Dios, por todo cuanto nos haya dado, bueno o malo, porque en su voluntad divina, debe haber alguna buena intención.
Nuestro futuro espiritual no debe preocuparnos. Solamente yo no soy quien lo dice. Existe la afortunada evidencia, de que todo no puede acabar aquí, entre glorias y penas. Si nos asiste la razón y buscamos más allá, siempre nos asalta el presentimiento de que algo más debe haber... Todo lo que hasta hoy hemos presenciado, lo que vemos, lo que oímos y palpamos, debe ser Obra Mayor. Desde el momento en que no creyésemos en ese Supremo Poder, todo se nos iba a venir abajo, y sólo seríamos como unos inocentes “animalitos” pataleando en el fangoso hábitat de la ignorancia, sin orientación alguna, sin razón ni estima. ¡Qué diferencias! Lo natural es otra cosa, mucho más tranquilizadora, pensar en Dios. No perdamos nunca nuestro norte espiritual. Lo otro sería un fracaso imperdonable e inconcebible.
ARTÍCULO DE: Celestino González Herreros
No hay un lugar más seguro, donde uno pueda ocultar los desencantos sufridos, los mismos desengaños, o aquellos “aldabazos” que ocasionaron tanta desilusión, que no sea nuestra mente. Donde almacenamos tantos recuerdos juntos de aquellas vivencias que han configurado el resumen de cuantos días hemos vivido hasta nuestro presente. A veces intentamos desglosarlos, siempre con deseos expresos, para traer aquellas vivencias específicas y hay ciertos rechazos que nos obligan a cerrar el libro de nuestra historia; hay páginas tan dolorosas que nada íbamos a ganar reviviéndolas, con la evocación, se supone, con el pensamiento, aunque las valoremos íntimamente y las aceptemos, porque han sido lecciones inolvidables que nos enseñaron aquellos caminos que no debiéramos volver andar. Lo importante es haber aprendido esas lecciones, desde todo punto de vista, aburridas, pero en cuanto a eficacia, han dejado esas huellas imborrables de sabiduría o experiencia en nuestro espíritu agradecido.
Mas, no todo, en el dilatado pasaje de nuestra vida, debió haber sido ensombrecido por las negras nubes del desconcierto, hay claros envidiables donde al asomarnos en ellos, aparecen felices encuentros, vivencias íntimas que confortan al alma y que nos llenan de natural regocijo viéndolas proyectadas en ese espectro mental. Horas interminables de bonanza, de paz familiar desde el comienzo de nuestra vida; hasta ir perdiendo tan tiernos episodios, según pasamos las páginas imborrables de esos bellos reencuentros... Cual ánforas rotas llenas de sueños, también la vida va marcándonos pautas irrevocables que sentencian nuestras escasas limitaciones; pero a su vez, nos va obsequiando nuevas concepciones que hacen mitigar, en parte, aquello que, inexorablemente, vayamos perdiendo... Cada etapa de nuestra vida encierra, no sólo dolor, resignadamente; ya que mirando al frente, sentimos la necesidad de hallar de la vida su curso sobrenatural, llegado el último instante.
Sí, descubriremos parajes frondosos, cada vez que los busquemos y tendremos motivos suficientes, como para dar gracias a Dios, por todo cuanto nos haya dado, bueno o malo, porque en su voluntad divina, debe haber alguna buena intención.
Nuestro futuro espiritual no debe preocuparnos. Solamente yo no soy quien lo dice. Existe la afortunada evidencia, de que todo no puede acabar aquí, entre glorias y penas. Si nos asiste la razón y buscamos más allá, siempre nos asalta el presentimiento de que algo más debe haber... Todo lo que hasta hoy hemos presenciado, lo que vemos, lo que oímos y palpamos, debe ser Obra Mayor. Desde el momento en que no creyésemos en ese Supremo Poder, todo se nos iba a venir abajo, y sólo seríamos como unos inocentes “animalitos” pataleando en el fangoso hábitat de la ignorancia, sin orientación alguna, sin razón ni estima. ¡Qué diferencias! Lo natural es otra cosa, mucho más tranquilizadora, pensar en Dios. No perdamos nunca nuestro norte espiritual. Lo otro sería un fracaso imperdonable e inconcebible.
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